He leído en estos días el libro Bill Gross on Investing. Es un buen libro, no conocía a Bill Gross. Este tío llegó a gestionar más de 200.000 millones en bonos en Pimco, era uno de los que cortaba el bacalao financiero en los 90 y los 2000.
La primera edición de la obra es de 1997. En la página 127 pone un apartado titulado "Un mundo de inflación al 2%", y vaticina con escalofriante exactitud la evolución que iban a tener los acontecimientos macroeconómicos hasta el día de hoy. Y así lo demostró en su fondo de bonos, cuando sin apenas riesgo estuvo sacándose más del 6% al año.
Entre los factores que cita para mantener la inflación futura en el 2%, el primero es el de la contención salarial:
El entorno comercial cada vez más globalizado continuará bloqueando las subidas salariales. La mano de obra barata en México, China e India, entre otros países del tercer mundo, impedirá que los países industrializados puedan subir los salarios sin perder competitividad. Además, la tremenda aceleración de las reducciones de plantilla en los EEUU de los últimos años es sólo uno de los muchos factores que han evitado que el factor trabajo tenga un mínimo de capacidad de negociación en los años 90. Si la influencia de los costes salariales disminuye, sólo el precio de las materias primas podría ser una amenaza para el escenario de baja inflación, pero esto estaría bastante controlado con las políticas monetarias y fiscales restrictivas que yo espero.
Es decir, que nuestro empobrecimiento fue diseñado por el neoliberalismo ya desde el principio con esa intención. El uso concreto de la mano de obra barata no lo especifica Gross, pero lo hemos visto muy bien: deslocalizaciones, supresión de aranceles e inmigración.
Yo tenía 21 años cuando Gross publicó su libro. En aquel tiempo, nadie hablaba de esa cuestión, sí que se comenzaba a hablar de lo buena que iba a ser la inmigración, de cómo nos iban a pagar las pensiones, de la gran riqueza que nos aportaría la multiculturalidad. La derecha también apoyaba las privatizaciones, la "eficiencia" de la gestión privada, la mejora de la competitividad. Era muy malo el "intervencionismo", no queríamos seguir el camino de la Unión Soviética. La libertad de mercado iba a darnos una prosperidad sin igual.
Pero aquel discurso ya era tradicional en la derecha. El problema fue la izquierda, que sustituyó al intelectual marxista por el bobo progre, que se santificaba y beatificaba en sus grandes ideales. Y a esto se sumaron las feministas, que adoptaron también esa dogmática e hicieron además un buen aporte de mano de obra más barata, aparte de controlar la educación para atontar aún más a la juventud.
No dice Bill Gross cómo se evitaría la caída de consumo al reducir los salarios, pero desde el principio fue evidente: endeudando a la población. Crédito de 30 años para un piso, crédito de 7 años para un coche y crédito de dos años para las vacaciones. Si se gastaba un poco en alguna medida paliativa de la miseria, esto se cargaba a la deuda pública. Esto siguió hasta 2008, cuando ya se vino abajo el tinglado. En ese momento, se encontraron con que los sueldos chinos estaban subiendo y el trabajador occidental ya no se podía endeudar más.
Y ahora ha aparecido Bill Gross en la televisión y ha dicho que aquello que él llamó "la nueva normalidad" en 1997 puede estar tocando a su fin:
Pienso que empezamos a escapar [a la situación de los últimos 20 años], y puede que lo continuemos haciendo. La "nueva normalidad" se basaba en una economía más lenta, inflación más baja y globalización corporativa, y hasta cierto punto la demografía. Pienso que la influencia demográfica va a continuar, la globalización se ha convertido de hecho en la desglobalización, lo que no es deflacionario sino inflacionario, así que eso es un cambio a partir de la pandemia. Porque, por supuesto, la pandemia no ha ayudado a la globalización, de hecho ha acelerado la desglobalización, así que hasta cierto punto el virus ha cambiado las cosas.
Si no se equivoca Gross, los neoliberales deberían empezar a callarse, y vamos a ver si los progres hacen lo propio, porque han sido dos caras de una misma moneda, y empezaría un proceso de reindustrialización de Occidente, con subidas salariales e inflación.
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