Estoy leyendo el último libro de Sergio del Molino, Contra la España vacía, y veo que dedica el primer capítulo a reflexionar sobre los progres y su función en la sociedad. De momento, sólo he leído ese primer capítulo en el móvil, y eso es lo que voy a comentar.
Leí hace unos días, también en formato Kindle, el otro libro suyo sobre la psoriasis, que creo que me gustó más.
Espero que no le aumenten los picores a este hombre cuando lea esto, me consta que se quedó muy ofendido con otro artículo en el que hablé de él, pero esta vez voy a ser más moderado. Al fin y al cabo, no paro de leerle los libros, por algo será.
El origen del término "progre" a mí no me parece que tenga que ver con ninguna noche etílica en un local de Barcelona ni en un "remoquete" de los de Jiménez Losantos. Desde principios de los 80 la socialdemocracia se llamaba a sí misma "progresista", más bien diría que desde que Felipe cogió el micro en Suresnes. Ahí acaba lo marxista y empieza lo progre. Recuerdo que en revistas del tipo de La Codorniz o Hermano Lobo aparecían ciertos dibujos o caricaturas en las que los jóvenes se llamaban a sí mismos "progres", simplemente como apócope de "progresista".
Pasó el tiempo, se cambió la pana por la seda, se vio el grado de chaqueterismo y el término se fue desprestigiando. A partir del año 2000 ya recuerdo que el término se usaba con desprecio en los círculos losantianos de Libertad Digital.
La ideología que González impone en Suresnes es la de Mayo del 68, porque eso es un progre, un sesentayochista. Esta ideología nada tiene que ver con jóvenes manifestándose ni lanzando adoquines, es simplemente un producto prefabricado por las oligarquías, probablemente norteamericanas y semíticas, para sustituir el marxismo en los partidos de izquierdas, porque se entendió que, después de la II Guerra Mundial, la violencia había llegado a un límite.
He explicado aquí ya varias veces que la ideología progre no es de izquierdas, sino que se compone de dogmas cristianos y que tiene una base emocional y no racional. No hay realmente un intelectual progre, esto es un sinsentido. Es un poco como la frase apócrifa de Baroja: "O pensamiento, o navarro". El progre no piensa, sólo toma la droga de la superioridad moral, a la que es completamente adicto. El primer progre, el progre transicional, tenía un punto simpático, pero luego, ya con la crisis y el fracaso de sus teorías, apareció una nueva oleada más feminizada de progres en permanente indignación que piden una "verdadera democracia", es decir, una democracia en la que sus salarios fuesen más altos.
Pero es que esos salarios no pueden ser más altos porque el ideario progre ya fue diseñado para rebajarlos, para proveer al capitalismo de más mano de obra más barata, inmigración, trabajo femenino y globalización. Ya digo que lo progre no es más que un elemento de sustitución de lo que fue la izquierda.
Y quedaría una discusión sobre el futuro de la democracia burguesa, que ahora vienen algunos llamando "democracia liberal". Este régimen ya nació vinculado al capitalismo, como dos caras de una misma moneda. No creo que sea posible una democracia sin capitalismo, no creo que la mitad más estúpida de la población pueda nunca dirigir un país, creo que la llamada democracia no ha sido más que un artificio hipócrita muy anglosajón que ha servido de fachada para imponer el principio de propiedad absoluta, sustituir a la nobleza por una plutocracia aún peor y convertir al súbdito del Antiguo Régimen en un esclavo de la deuda y la precariedad laboral. El gran país de la democracia burguesa ha sido EEUU, país construido con el comercio de esclavos.
No estoy haciendo más que repetir argumentaciones de hace un siglo, lo raro es que nos hayamos plantado en 2021 todavía hablando de "verdadera democracia". Del Molino empieza el libro diciendo que lo apadrina Joaquín Estefanía, otro de los grandes pollaviejas del régimen, que, de cara a la ruina de 2008, decía que lo importante era atender al cambio climático, después de que su periódico se hubiese pasado años censurando la palabra "burbuja" en sus titulares y ocultando la crisis que venía.
Uno de los factores esenciales y constantes en las democracias burguesas es la corrupción de los medios, que suelen alinearse en uno de los dos bloques de poder para distorsionar lo más posible la realidad. A Del Molino le digo, sin acritud, que el negocio de templar las gaitas progres va a ser cada vez más magro, que el paraguas apolillado de El País va a dar ya para muy poco y que en los próximos años tendrá que aprender a mojarse sin miedo si quiere tirar adelante.
Y esta tarde voy a seguir leyendo, voy por el "Combray" de Tavernes de la Valldigna y el trauma irresuelto de la conversación de su padre en valenciano en el chiringuito de una piscina.
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