30 de agosto de 2021
Que veinte años no es nada

Me he dado cuenta en estos días de que hace ya veinte años que empecé a escribir en este blog. No tengo los primeros articulitos que puse en internet, que son de 1999, pero el primero de los artículos de este blog es del 25 de agosto de 2001.

Yo acababa de cumplir 25 años y había encontrado un trabajito precario en el periódico Superdeporte corrigiendo la ortografía de los artículos. Estaba viviendo solo durante ese verano, en el piso de estudiantes de mi hermano, y acababa casi todos los días de trabajar a las doce de la noche, aunque entraba a las seis de la tarde. El dueño del periódico me dijo: "Tú vienes aquí, te lees el periódico y te vas a tu casa". El periódico era de fútbol y me interesaba más bien poco, de modo que yo en los tiempos muertos me dediqué a escribir articulitos en la aplicación de Blogspot.

Este periodo 2001-2021 corresponde casi exactamente al periodo de Tauro, las dos décadas mediocres y decadentes de "recaída en tierra", como la llaman los astrólogos. Acababa de pinchar el Nasdaq y yo ignoraba los años oscuros que se nos venían encima. Primero fue la fiebre de las hipotecas, luego la fiebre feminista, la corrupción política, la crisis, la miseria, el recorte de libertades, la cultura de la cancelación y la mierda en general. Todo lo he ido contando aquí artículo a artículo, hasta sumar cerca de 2.000, aunque en estos días he borrado unos 600.

En estos veinte años he dado clases en once institutos, he vivido en trece pisos de alquiler, he tenido seis parejas y he cobrado unos 550.000€, de los cuales aún retengo cerca de 100.000€. No ha sido todo como yo quería, especialmente en lo relativo a las relaciones afectivas, pero sí que he desempeñado el oficio que yo elegí y he tenido una vida parecida a lo que me imaginaba, sin librarme de la mediocridad general.

En el blog he ido evolucionando desde un joven más bien inmaduro, que tendía a lo chistoso, hasta un ensayista más serio y cuadriculado. He estado repasando por encima en estos días todo lo que he escrito. Hasta 2006 no me reconozco a mí mismo, antes de los 30 años soy una especie de adolescente.

En 2006 es cuando llega el aluvión de lectores, con mi relato sobre la burbuja inmobiliaria. Seguí ejerciendo el periodismo, después de mi breve paso por dos periódicos más bien lamentables, porque entendí que ya no había periodismo libre en España, que los periodistas no iban a cumplir esa función. Pero no quiero que nadie piense que soy una especie de periodista frustrado, yo estudié Filología Hispánica para ser profesor de Lengua Castellana, y eso soy. No quise nunca ser periodista, lo llegué a ser por casualidad, por un trabajo de verano. Desprecio absolutamente a los periodistas de España, pienso que son las personas más deshonestas y menos útiles de este país.

Hubo un momento en el que se me borró de los medios, aproximadamente alrededor de 2010, cuando escribí a favor de la independencia de Cataluña. Antes de eso, los medios de derechas, e incluso el Meneame, a veces me enlazaban algún artículo. A partir de ahí, quedé en tierra de nadie, me convertí en demasiado facha para la izquierda y demasiado catalanista para la derecha. Soy, en general, un elefante en la habitación, que es una posición con la que me encuentro muy a gusto. El tiempo siempre corre a favor de ese tipo de escritores. Mi madre, cuando publiqué mi primera novela y vio que no salía a promocionarla, me dijo: "Tú quieres ser escritor, pero escribir por un agujerito y que no te vea nadie". Yo creo que lo estoy consiguiendo.

Esta gente que va por las tertulias y las ferias literarias no se da cuenta de que va a durar menos que una fallera mayor. No se puede hacer literatura prostituyéndose políticamente.

Cuando pincha la burbuja en 2008 se confirman todos mis vaticinios y empiezo a tener problemas de acoso laboral en los institutos. Esto se agrava tras la caída de Zapatero y el comienzo de los recortes de Rajoy. Esos recortes a mí me perjudicaron bastante, porque por mi situación de interinidad tuve que volver a moverme de unos institutos a otros.

A veces pienso que hablan de mí en la tele o en algún YouTube, pero sin decir mi nombre. Dice una amiga mía que eso no es más que narcisismo por mi parte. En los tiempos en los que yo veía las tertulias de Intereconomía, justo tras dimitir Zapatero, apareció un tertuliano indignado diciendo que lo que no se podía era escribir "Zapatero ya no está" insultando al presidente. Mi artículo de esos días se titulaba exactamente así, "Zapatero ya no está". El presentador le hizo un gesto para detenerlo y acallarlo, y aquél obedeció. Yo pensé que aquellos tíos se pasaban horas hablando de mí detrás de las cámaras y luego tenían prohibido citarme. Mucha gente aprende de mí y repite mis ideas como un loro, pero nunca me cita.

Sólo una vez me han invitado a la tele. Era un programa sobre las citas on line y me tenía que entrevistar la sobrina de Manolo Escobar. Me estuvieron insistiendo bastante por teléfono, aunque me negué. Realmente, hubiese estado divertida aquella charla, pero yo vivo demasiado lejos de Madrid.

En una charla en la Biblioteca Nacional, Sergio del Molino habla de, entre otras muchas cosas, "autores que te estomagan pero los lees". Y cuenta luego una escena un poco quijotesca en la que está expurgando su biblioteca durante la mudanza hacia su nuevo piso falangista de Zaragoza, y su mujer, que hace de barbero, quiere tirar dos libros de un "autor español" al que califica de "sinvergüenza". Del Molino aquello lo detiene y dice lo siguiente: "Es un sinvergüenza, no me voy a ir con él ni a tomar café a ningún lado, pero los libros son buenos". Por más que le insiste el presentador, él se mantiene firme y dice: "No voy a decir quién es". No hace falta que diga nada, es claro que ese autor es alguien a quien lee desde hace años y va a seguir leyendo. Creo que me lee él a mí desde bastante antes que yo a él. Yo lo descubrí a partir de La mirada de los peces y le iba a mandar un e-mail para hacerme amigo suyo pero enseguida vi que para elogiar a su amigo Andrés Barba en una reseña mala se dedicaba a ir tirando mierdecilla sobre mi novela 2016 en Dénia. Entonces, en lugar del e-mail amigable, acabó saliendo este artículo, que parece que no le gustó. Claro, Andrés Barba está ya bastante acabado y a él no le puede hacer sombra.

En otras entrevistas literarias he visto a Antonio Orejudo diciendo que él no quiere cometer los abusos de la generación anterior a la suya, que nunca citaba a los más jóvenes, y aprovecha para citar a una chica que había sacado una "autoficción" titulada Para español, pulse 2. Sale luego en otra charla quejándose de que la autoficción es un género narcisista, de autopromoción, porque al final el autor se vende como "un tío muy molón". ¿Pero no decías que eran las chicas las que pisaban fuerte en autoficción? ¿No ibas a dar generosamente la alternativa a la generación posterior a ti? Este Orejudo no es como Del Molino, al que al final siempre acabo leyendo. Éste es un peso ligero que no tiene huevecillos para nada.

Yo creo que lo más útil de lo que escribo es la reflexión sobre la economía, no creo que yo llegue nunca a ser un buen novelista. Cuando empecé me identificaba un poco con Larra, ahora me considero un Feijoo, un ilustrado. Pienso que el tiempo se llevará a estos personajillos del suplemento y, en cambio, algunos de mis artículos permanecerán.

No sé decir qué plan tengo para los próximos 20 años, aunque voy a seguir escribiendo porque me ayuda a ordenar mis ideas. No me gusta escribir libros, lo encuentro pesado, aunque para 2026 quiero escribir otra autoficción, y puede que antes un libro de ensayo. Pienso a veces en saltar al audiovisual, que sería en todo caso en forma de podcast, nada de dar la cara. El formato del blog está viejo.

También podría hablar de los perjuicios que el blog causa. El más grave, el suspenso de las oposiciones de 2019, donde me tomaron la matrícula enseguida. Un tío marcado y estigmatizado como yo habría que ver dónde puede buscar trabajo. Lo normal es que en España acabemos mal en pocos años, el clima social no es respirable.

Pero no quiero acabar con amargura ni con mala leche, yo me lo he pasado muy bien escribiendo y creo que me quedan muchas décadas por delante. Puede que en 2041 haya que volver aquí a hacer balance.

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© A. Noguera