Quiero hacer una serie de artículos sobre economía y su relación con la política. Los artículos van a girar en torno a un tema principal, que voy a llamar La gestión del conocimiento, porque pienso que la economía, hoy y cada vez más, no es ni el capital ni la fuerza de trabajo, sino la producción y aplicación de conocimiento.
En este primer artículo voy a repasar las ideas de Adam Smith en el libro que fue la semilla ideológica del capitalismo: La riqueza de las naciones. Esta obra se publica en 1776 y fundó la corriente liberal del pensamiento económico, su influencia no ha podido ser más profunda en Europa y EEUU, hasta el punto de que en algunas épocas se han antepuesto estos principios incluso a los más básicos criterios morales. La dogmática liberal ha sido incuestionable y las oligarquías económicas la han sabido usar muy hábilmente en función de sus intereses, sin que el sufragio universal o la supuesta separación de poderes hayan podido impedirlo.
Comienza Adam Smith su libro explicando las bondades de la división del trabajo, pone el ejemplo de una fábrica de alfileres, que mediante el adiestramiento especializado de cada obrero y una suerte de producción en cadena consigue multiplicar su productividad. Yo aquí nada tengo que objetar, es claro que la progresiva tecnificación ya durante el siglo XVIII tendía a favorecer los equipos grandes, y también tendía a favorecerlos la orientación hacia la productividad, que no era tan acusada en los siglos anteriores porque se entendía como una parte de la vida humana, no como la primera prioridad. Es obvio que los gremios medievales eran más humanos, daban una vida más tranquila y familiar, pero esto se fue abandonando para abaratar a toda costa los precios y probablemente también por el interés de algunos de aquellos artesanos en ir acumulando capital usando mano de obra ajena. Esta deshumanización de la fábrica frente al antiguo taller se la reprochará mucho luego Marx, pero en principio la argumentación es válida, si lo que se pretende es producir más por cada hora trabajada el equipo grande va a ser mejor.
Luego pasa Smith a introducir su primer gran principio: la búsqueda del interés individual contribuye al interés colectivo. No dice que deba haber un equilibrio entre el interés individual y el colectivo, simplemente expone la compraventa como el estado natural del ser humano:
Todo trato es: dame esto que deseo y obtendrás esto otro que deseas tú; y de esta manera conseguimos mutuamente la mayor parte de los bienes que necesitamos. No es la benevolencia del carnicero, el cervecero, o el panadero lo que nos procura nuestra cena, sino el cuidado que ponen ellos en su propio beneficio. No nos dirigimos a su humanidad sino a su propio interés, y jamás les hablamos de nuestras necesidades sino de sus ventajas. Sólo un mendigo escoge depender básicamente de la benevolencia de sus conciudadanos.
Entiendo que Adam Smith no está pensando en una sociedad que sólo aglutine intereses individuales, sino en dar más importancia a ese interés individual cuando se trata de actividad económica. No estoy en desacuerdo con esto, yo no creo que la solidaridad deba ser el motor del trabajo, pero este principio elevado a dogma y extendido a todos los ámbitos de la sociedad es lo que propicia, por ejemplo, en EEUU, que los precios de los tratamientos sanitarios estén inflados y sean inasequibles para una parte grande de la población.
En la España de 2000 a 2008 recuerdo que también se seguía el interés individual: los concejales recalificaban el suelo cuando ya alguno de sus empresarios amigos lo había comprado a precio de rústico, luego ese mismo partido político usaba su influencia en las cajas de ahorros para financiar las promociones urbanísticas que se instalaban allí, y finalmente las deducciones en el IRPF a la compra de vivienda instauradas por ese mismo partido hacían el resto. Todo ese modelo que implosionó en 2008 perseguía el interés individual, y parecía funcionar muy bien. También podemos acordarnos de EEUU en ese mismo periodo, cuando las aseguradoras empaquetaban el riesgo hipotecario y lo vendían en forma de credit default swaps a inversores incautos, mientras los bancos daban hipotecas a insolventes a sabiendas de que el riesgo recaería en otros, hasta que la cadena de impagos se llevó por delante todo el sistema financiero.
Entiendo que Adam Smith pretende que el interés individual quede limitado por los principios éticos de cada cual, el problema es que esto no lo menciona, ni a los gobernantes que plantean modelos liberales se les ha pasado por la cabeza en ningún momento, más bien parecen entender la sociedad como un mecano perfectamente coordinado por el egoísmo, lo que a todas luces es falso. Lo que se produjo durante toda la evolución del capitalismo fue un deterioro progresivo de los principios cristianos hasta llegar a situaciones de clara ineficiencia económica, por no mencionar el sufrimiento causado.
La realidad es que no hay más que visitar un país tercermundista, como por ejemplo Brasil, donde estuve en 2015, y ver en qué se diferencia de los países más avanzados, y básicamente es en la falta de voluntad de los ciudadanos para ceder algo de su egoísmo por el bien común, quiero decir que hay un porcentaje grande de la población que no tiene la más mínima intención ni siquiera de cumplir las leyes.
Mi opinión es que las autoridades deben seguir velando por el interés colectivo en todo momento y dejar los intereses particulares acotados y encauzados en la dirección correcta. No es esto lo que se desprenderá, conforme vayamos avanzando en el libro, de las ideas de Adam Smith.
Hay en este libro un tono de defensa de "lo natural", como si se insinuara que el capitalismo y la libre competencia tienen una analogía directa en la naturaleza. A esto se le ha venido llamando el "darwinismo social". Yo no veo que en las sociedades paleolíticas el ser humano se haya dedicado a la competición o la acumulación de recursos en unas pocas manos en el seno de una sociedad. Lo que veo son más bien organizaciones horizontales e igualitarias como las tribus, en las que la propiedad privada está reducida a casi nada y hay un apoyo mutuo en todos los aspectos. Si hay algún individuo con un mayor liderazgo, esto suele darse porque ejerce un cierto ascendente sobre los demás, por su mayor inteligencia o experiencia. A partir de la creación de los primeros imperios en la zona de Mesopotamia, ya empiezan la esclavitud y las quejas. Se podrá argumentar que ese sacrificio ha propiciado el desarrollo civilizatorio, pero no que esas estructuras jerárquicas sean la forma natural de organización en el ser humano. La empresa privada me recuerda más a un feudo medieval que a una tribu, y el estado-nación liberal no se parece mucho a las culturas neolíticas, que estaban completamente descentralizadas en pequeños clanes. La desigualdad es algo que repugna al ser humano por su estructura mental, y esto comienza ya por una institución como la propiedad privada, que tiene mucho de artificial e impuesto.
La otra idea que Smith deja caer directamente es que hay que agruparse demográficamente en grandes ciudades, porque son más eficientes a la hora de dividir el trabajo. Nuevamente nos encontramos con un razonamiento que desprecia abiertamente la dimensión emocional de las personas y su bienestar, nuevamente Adam Smith imagina el mundo jerárquico y deshumanizado de los siglos XIX y XX, aunque esta opinión muestra que no hay ningún modelo económico eterno, la creación de masa crítica de mano de obra en núcleos urbanos cada vez mayores a principios del XIX fue clave para el desarrollo industrial, pero la saturación actual de esos núcleos es el mayor problema económico que tenemos, el paso de la economía industrial a la de servicios todavía ha concentrado más la población.
Smith reflexiona luego sobre el precio de las cosas y dice que una cosa vale el trabajo que se ha puesto en ella, aparte de un rendimiento justo del capital empleado. Se deriva de esto la idea de que existe un "precio natural", no un simple cruce de oferta y demanda. Pero Smith no explica cuál es el porcentaje "justo" de rendimiento del capital, ni mucho menos cómo llegar a esa situación de justicia, aparte de esperar a que la mano invisible del mercado arregle los desequilibrios. Adam Smith, en todo este libro, establece su dogmática categóricamente, no maneja estadísticas ni datos, simplemente expone sus ideas.
Nosotros en el siglo XXI jugamos con la ventaja de la experiencia, y sabemos que los mercados históricamente han tendido más al desequilibrio que al equilibrio y que han sido continuamente intervenidos. Los mercados financieros, los más desregulados, viven continuos ciclos que acaban siempre en desastre, a pesar de las frecuentes inyecciones de liquidez con dinero creado de la nada por los bancos centrales. El mercado inmobiliario y el crédito bancario tienden a las burbujas y se intentan continuamente controlar con tres factores: tipos de interés, tasa de depósito y masa monetaria. Aun así, ese control no siempre se consigue. El mercado eléctrico está totalmente regulado, realmente no es un mercado, en Europa hay un oligopolio de productores y una clientela asignada de manera fija que es completamente cautiva de ese productor. En EEUU se ha intentado introducir más competencia, pero al final se tiende igualmente al oligopolio porque la productora con más capital y economía de escala se impone sin ningún problema a las demás, es la lógica de ese sector. Del mercado de trabajo hablaré luego.
En esta primera parte del libro, introduce Smith una categorización interesante: el valor del trabajo no representa sólo las horas trabajadas sino una combinación de tiempo, destreza y dureza. Ahí estoy de acuerdo con él, como buen profesor universitario sabía que hay trabajos poco intensivos en tiempo pero muy intensivos en conocimientos y presión soportada.
Pero Smith deja fuera, a mi entender, varias cosas importantes: una actividad económica, ya sea una empresa o un empleo por cuenta propia, debe partir de un análisis previo que como mínimo valore su utilidad y analice la futura disposición de medios, es decir, el empresario debe imaginarse lo que va a ocurrir, y esto sólo puede hacerlo aplicando un tipo de inteligencia distinto de la destreza de un profesional. Además de eso, Smith parece ignorar que en una inversión el capital está en riesgo. Una cosa es el rendimiento del capital por el hecho de ser capital, vamos a poner el ejemplo de un bono soberano a corto plazo, y otra muy distinta es el riesgo que se soporte. Por eso, para mí los negocios se componen de tres factores: inteligencia, riesgo y trabajo. El correcto equilibrio en la remuneración de estos tres factores es la clave para que la economía funcione correctamente, y ese equilibrio no tiene por qué conseguirse necesariamente mediante la desregulación.
Un poco más adelante, introduce Smith la que para mí ha sido la mayor falacia del capitalismo, que además es el eje sobre el que gira toda la ideología liberal y también toda la crítica marxista. Smith declara que el capital tiende a dispersarse porque el rendimiento se reinvierte continuamente en otras actividades productivas.
¿El capital tiende por sí mismo a dispersarse? Si consideramos a la clase obrera, es claro que no, porque todo el salario que reciben se transfiere directamente a las cuentas de resultados de las respectivas empresas que les proveen de sus medios de subsistencia. El capitalista sabe muy bien poner los salarios en el nivel justo para que el obrero no pueda ahorrar y todo el capital vuelva directa o indirectamente a sus manos, de eso trata el "rendimiento". Y, cuando no puede mantener los salarios bajos, intensifica las acciones promocionales o busca colocar deuda en esos obreros, lo que asegura que queden siempre descapitalizados. La clase trabajadora, a un nivel financiero, es hoy exactamente igual que hace 200 años, es incapaz de ahorrar, y por tanto no es aquí donde se supone que el capital se va a venir a dispersar.
Más compleja es la cuestión de si entre los mismos capitalistas el capital se puede dispersar por una tendencia al aumento de la competencia merced a esa reinversión continua o si, por el contrario, los sectores económicos tienden al oligopolio. Pienso que, tradicionalmente, las actividades económicas nuevas sí que han tenido mucha competencia durante unas cuantas décadas, hasta que han ido surgiendo los oligopolios. Un periodo de cierta dispersión del capital serían los años 80, cuando surgieron infinidad de pequeños negocios innovadores que quitaban cuota de mercado a los grandes. Pero esas épocas son la excepción, en general las empresas grandes han gozado de más músculo financiero, economía de escala, mejor captación de talento joven e influencia política, de modo que el proceso de concentración ha sido imparable. Actualmente, por ejemplo, nos encontramos con que el sector minero está concentrado en cuatro o cinco grandes grupos a nivel mundial, la banca en España sólo son dos grandes bancos, en EEUU hay cuatro y los llaman los big four, el sector energético está exactamente igual, en España entre Iberdrola y Endesa controlan todo el mercado, las grandes petroleras están igualmente concentradas, entre otras cosas porque muchas de ellas, como por ejemplo Repsol, tienen su origen en monopolios públicos que luego se privatizaron, los medios de comunicación se han concentrado también en unos pocos grupos, en España Prisa, Mediaset y Atresmedia, merced en gran parte a licencias públicas, en EEUU han quedado Walt Disney, Comcast, Warner, Paramount y poco más, la distribución alimentaria ha ido cayendo en manos de Mercadona, Lidl, Aldi, Carrefour, Walmart, Costco y alguno más, la producción de automóviles en el mundo está en manos de Renault-Nissan-Mitsubishi (unidos en "alianza"), Toyota, grupo PSA-FCA (Citroën, Peugeot, Opel y alguna otra), General Motors, Ford, BMW, Daimler, Volkswagen, Honda, Hyundai, Tesla y los fabricantes chinos, que son los nuevos en entrar, y así podría seguir enumerando todos los sectores, incluso el de la restauración, que tradicionalmente ha estado muy atomizado y en las últimas décadas tiende hacia los McDonald's, Starbucks, Burger King, KFC, 100 Montaditos, Lizarrán y otros. Un caso aparte son las empresas tecnológicas, que ya directamente han nacido como monopolios, no han necesitado pasar por la fase de concentración.
La situación es muy clara, un informe de la Reserva Federal de EEUU en 2022 ha demostrado que un tercio de todos los activos de EEUU está en manos del 1% de la población, incluyendo el 57% de todas las empresas privadas. Además, el 89% de todas las acciones y fondos de inversión que cotizan están en manos del 10% más rico. Esta concentración no se daba en el mundo agrícola en el que nació Adam Smith, allí las parcelas estaban mucho más repartidas, por lo que entendemos que la concentración ha sido muy clara e incluso que se viene acelerando en las últimas décadas.
Ha habido también dos procedimientos que los gobiernos han intentado usar, sin grandes resultados, para dispersar el capital: los impuestos y la expansión monetaria. El capitalista ha clamado siempre en contra de estas dos cosas, alegando que gravar sus ingresos producirá un paro y una recesión insoportables, cuyas consecuencias recaerán en los trabajadores, y que la expansión monetaria producirá una inflación de tal magnitud que depauperará completamente al trabajador. Entonces, el único remedio que queda es seguir engordando y engordando los beneficios de ese 1% para "actuar en el lado de la demanda", siguiendo a rajatabla la dogmática del libro de Adam Smith. Esto el partido demócrata de EEUU lo ha llamado críticamente las trickle-down economics, la "economía del goteo", es decir que se supone que de las migajas que caigan de las grandes masas de capitales que van inflando unos nos podremos alimentar los demás, y este modelo es el único posible, todo lo demás alteraría el equilibrio del mercado y llevaría a la miseria generalizada.
Adam Smith carga obviamente contra todo monopolio, y se refiere especialmente a lo que llama "privilegios de los gremios", que básicamente eran los derechos que aún retenían los antiguos artesanos medievales. Critica incluso los estatutos de los aprendices, la pequeña protección que tenían los jóvenes para poder aprender los oficios. Cualquier medida que manipule la oferta de mano de obra es perjudicial para la sociedad. No quiere tampoco reglamentación alguna que pueda elevar los salarios por encima de su "tasa natural", argumenta que esto destruiría inmediatamente empleo y la única forma de parar la espiral de despidos sería volver a dejar los salarios libres. Son argumentaciones que hemos oído siempre y que seguimos oyendo.
El problema de Adam Smith es que considera que la mano de obra es un activo escaso con el que se puede negociar. Esto no es cierto. La mano de obra puede aumentar casi infinitamente, primero se fueron a buscar a la gente al campo, pero luego a otros países, aparte de poner a trabajar a las mujeres. Esto lo argumentará luego muy bien Marx, cuando ya adelanta que, en el mercado libre sin aranceles, hasta que no se rebajen los salarios de los europeos al nivel de esclavitud de los chinos no se podrá detener el empobrecimiento.
La mano de obra no es una materia prima, el trabajador tiene que comer cada día, y en la negociación el empresario impone fácilmente su criterio porque no tiene una necesidad tan perentoria de contratar. De hecho, después de aplicadas las medidas de Smith, muy pronto se vio que los obreros estaban viviendo en los cinturones industriales peor que en el campo, porque tras abandonar sus antiguas parcelas agrícolas y gastar todos sus ahorros en desplazarse a las ciudades, los empresarios encontraron la forma de seguir reduciendo los salarios sin que ellos pudiesen negociar en absoluto, en muchas ocasiones eran simples analfabetos fáciles de engañar. Esto sigue ocurriendo ahora mismo con los inmigrantes que saltan las vallas de Melilla o cruzan el estrecho de Gibraltar en pateras.
El mercado laboral no es un mercado, y si lo es, funciona muy mal. No hay dos partes que actúan en igualdad de condiciones, el poder político que las oligarquías consiguieron muy pronto les permitió plantear la legislación de forma que los obreros no tuviesen escapatoria, que fuesen un rebaño domesticado, se llegó incluso a prohibir que se asociasen, no se invirtió casi nada en la educación pública, no se les protegió del paro ni la vejez, se hacía incluso trabajar a los niños. Está poco estudiada la colaboración entre los empresarios para abaratar la fuerza de trabajo, pero el mismo Smith sospecha que algo de eso hay: "Los patronos están siempre y en todo lugar en una especie de acuerdo tácito pero constante y uniforme para no elevar los salarios". Las situaciones idílicas y justas de mercados autorregulados sólo han funcionado sobre el papel.
Pero Smith insiste en que si algo no funciona bien es porque no hay suficiente libertad, y suelta otra de sus grandes falacias: los salarios no pueden bajar a largo plazo por debajo de su tasa natural porque la gente se negaría a trabajar. Esto es completamente falso, la gente no puede negarse a trabajar porque sus medios de vida dependen completamente del salario que reciben, no hay una tasa natural, y si la hay está en el mínimo de subsistencia, igual que en los animales. Si las condiciones fueron mejorando hacia finales del XIX fue por el asociacionismo y la conciencia de clase, después de publicados los libros de Marx. Recomiendo leer la novela Aurora roja, de Pío Baroja, para ver lo que realmente ocurrió.
Hablando de cifras concretas, dice que el sueldo de un obrero debe ser el doble de lo necesario para su subsistencia, para permitir que se reproduzca y asegure el aporte de más mano de obra en el futuro. Sorprende aquí que esté pensando en imponer un criterio racional a este respecto, se supone que el mercado libre debería solucionar esto por sí mismo. No dice qué medidas habría que tomar para evitar que los sueldos bajen por debajo del doble del mínimo de subsistencia, unos párrafos antes ha propuesto quitar toda regulación.
Hace poco estuve viendo un documental sobre la miseria en EEUU, había mucha gente sin hogar que sí que tenía empleo, sólo que ese empleo daba para alimentarse de basura en supermercados de descuento, pero no para tener un techo. Había otra señora negra que tenía dos niños pequeños y acudía a un supermercado de beneficencia con unos cupones de comida del Estado, tenía también trabajo, pero no podía irse a una tienda de campaña con los dos niños y sobrevivía de la ayuda pública. Ahora mismo, más de 41 millones de norteamericanos, el 12,6% de la población, recibe cupones de comida. ¿En qué época ha podido alguien tener un esclavo sin darle de comer y ponerlo bajo un techo? Y esta intervención del Estado no se paga con impuestos de nadie, se paga con emisión de masa monetaria sin respaldo, han saqueado ya toda la deuda pública y acabarán fundiendo la moneda antes que subir sueldos. No parece que haya sucedido nada de lo que Smith imaginaba.
En el capítulo 8, habla Smith de otra de las virtudes del mercado, que es la regulación de la natalidad:
La planta tierna nace, pero en un suelo tan frío y un clima tan severo pronto se marchita y muere. Me han relatado muchas veces que no es extraño que en las Tierras Altas de Escocia de una madre que ha tenido veinte hijos sólo sobrevivan dos. Varios oficiales muy experimentados me han asegurado que al hacer la recluta para sus regimientos nunca son capaces de conseguir los tambores y pífanos a partir de los hijos de los soldados. En parte alguna se ven más muchachos magníficos que en las barracas de los soldados, pero muy pocos llegan a la edad de trece o catorce años. En algunos lugares la mitad de los niños mueren antes de los cuatro años; en muchos, antes de los siete; y en casi todos antes de los nueve o diez. Pero esta enorme mortalidad se limita fundamentalmente a los hijos del pueblo llano, que no puede dedicarles tantos cuidados como los otorgados a los de las clases superiores. Aunque sus matrimonios son generalmente más prolíficos que los de la gente elegante, una proporción menor de sus hijos llega a una edad madura. En los hospicios y entre los niños de los asilos de las parroquias la mortalidad es aún mayor que entre el pueblo llano.
Toda especie animal se multiplica naturalmente en proporción a sus medios de subsistencia, y ninguna especie puede multiplicarse más allá. Pero en una sociedad civilizada es sólo en las clases más bajas del pueblo donde la escasez de subsistencia puede trazar un límite a la ulterior multiplicación de la especie, y lo hace destruyendo una gran parte de los hijos que sus fecundos matrimonios generan. Una retribución generosa del trabajo, al permitirles cuidar mejor a sus hijos, y en consecuencia criar un número mayor, tiende naturalmente a ampliar y extender ese límite. Merece ser destacado también que lo hace necesariamente de forma ajustada a la proporción requerida por la demanda de trabajo. Si esta demanda crece permanentemente, la remuneración del trabajo debe inevitablemente incentivar de tal forma al matrimonio y multiplicación de los trabajadores, como para permitirles satisfacer esa demanda siempre creciente con una población también creciente. Si en algún momento dado la remuneración es menor que lo necesario para alcanzar este objetivo, la escasez de mano de obra pronto la elevaría; y si es mayor, su multiplicación excesiva pronto la rebajaría hasta la tasa necesaria. El mercado estaría tan desabastecido de mano de obra en un caso y tan saturado en el otro, que rápidamente forzaría de nuevo al precio hasta la tasa requerida por las circunstancias de la sociedad. De esta forma la demanda de personas, igual que la de cualquier otra mercancía, necesariamente regula la producción de personas; la acelera cuando avanza muy despacio y la frena cuando lo hace muy rápido. Es esta demanda lo que regula y determina la procreación en todos los países del mundo, en América del Norte, en Europa y en China; es lo que hace que sea velozmente progresiva en el primer caso, lenta y gradual en el segundo, y completamente estancada en el tercero.
De 20 niños que nacen, sólo sobreviven dos, lo cual hace necesaria la desregulación y liberalización de los salarios, porque al faltar niños hay escasez de mano de obra y suben sueldos y así podrán echarles de comer a más niños y sobrevivirán los próximos. Leed bien la cita anterior y entended cómo pensaban y razonaban los que fundaron el capitalismo, cómo veían a los trabajadores.
Un poco más adelante, reconoce lo que luego será la idea central de Marx: salarios y rendimiento del capital son dos caras de una misma moneda, que es el beneficio que se obtiene de la facturación de la empresa. El interés del empresario siempre va a ser reducir salarios a toda costa, pensando en el corto plazo, no en la natalidad, ni en mejorar la facturación de su competencia. No se olvida tampoco Smith de usar el argumento tan tradicional del "pequeño empresario", que sería ese laborioso emprendedor hecho a sí mismo con un origen humilde, en contra de las grandes oligarquías, que habrían heredado los capitales de la nobleza y que se asociaban secretamente entre ellos. Pero Smith no propone medida alguna para desmantelar estas oligarquías ni tan siquiera reducir su evidente y progresiva concentración de poder, todo queda en manos de la mano invisible del mercado.
Las ideas de Smith sobre los salarios pienso que están completamente desacreditadas viendo la situación actual, tras 40 años de deslocalizaciones e inmigración descontrolada. Las bajadas de salarios no estimulan la actividad económica, la economía se compone de dos grandes bloques necesarios: producción y consumo. Estimular únicamente la producción no lleva más que a una lenta deflación, se podrá estimular el consumo con deuda pública y privada o con expansión monetaria, pero esto es un callejón sin salida que antes o después acaba en fuertes crisis, guerras civiles o hiperinflación. Smith no se equivoca cuando dice que los salarios han de moverse en un rango medio que permita el consumo y la natalidad, se equivoca cuando cree que la mera liberalización del mercado propiciará esta situación, y se equivoca aún más cuando cree que las oligarquías que él bien conoce van a jugar limpiamente el juego liberal.
En el capítulo 9 trata de la inflación, un tema muy actual. En contra de lo que argumentan constantemente los hijos de las castas franquistas españolas, que hoy se autodenominan liberales, no parece muy partidario de la "contención salarial":
En realidad los beneficios elevados tienden a aumentar el precio de las cosas mucho más que los salarios elevados. Si en la manufactura del lino, por ejemplo, los salarios de los diversos obreros, los cardadores, hilanderos, tejedores, etc., aumentaran en dos peniques por día, sería necesario subir el precio de una pieza de hilo sólo en dos peniques por cada persona que hubiese estado empleada en producirla, multiplicados por el número de días durante los que hubiese estado empleada. La parte del precio de la mercancía que se resuelve en salarios aumentaría a lo largo de las diversas etapas de la industria sólo en una proporción aritmética con esa subida en los salarios. Pero si los beneficios de todos los diferentes empleadores de obreros subiesen en un cinco por ciento, la parte del precio de la mercancía que se resuelve en beneficios aumentaría a través de las distintas etapas de la industria en proporción geométrica con esa elevación de los beneficios.
Es por esto que yo soy partidario, en situaciones inflacionarias, de gravar no sólo el beneficio sino el margen de beneficio, cosa que ahora mismo en Europa no se hace.
En el capítulo 10, vuelve a reiterar que la libertad es la única equilibradora de los mercados y que las desigualdades que se producen en Europa en los precios del trabajo y el rendimiento del capital tienen causas naturales (diferencia de dificultad, destreza, prestigio social de esa actividad, etc.) y causas artificiales, que son tres: restricción de la competencia en algunos sectores, aumento artificial de esa competencia en otros y obstrucción de la libre circulación del trabajo y el capital. Obviamente, piensa que las causas artificiales son mucho más importantes y hay que eliminarlas, quiere derogar toda la legislación local, borrar del mapa a los gremios, eliminar todos los aranceles y demás, medidas que muy bien conocemos.
Del capítulo 11 poco me ha interesado, salvo esta afirmación:
"El interés de los empresarios en cualquier rama concreta del comercio o la industria es siempre en algunos aspectos diferente del interés común, y a veces su opuesto. El interés de los empresarios siempre es ensanchar el mercado pero estrechar la competencia."
Se deduce de esto que esa actitud que en las últimas décadas han tenido algunos políticos de ir a preguntar a los empresarios lo que hay que hacer Smith la ve como un error, no creo que se equivoque en este aspecto, el empresario siempre va a decir lo mismo: es muy importante para el conjunto de la sociedad y nuestro bienestar a largo plazo llenarme a mí los bolsillos a corto plazo.
Y añade luego:
"Cualquier propuesta de una nueva ley o regulación comercial que provenga de esta categoría de personas debe siempre ser considerada con la máxima precaución, y nunca debe ser adoptada sino después de una investigación prolongada y cuidadosa, desarrollada no sólo con la atención más escrupulosa sino también con el máximo recelo. Porque provendrá de una clase de hombres cuyos intereses nunca coinciden exactamente con los de la sociedad, que tienen generalmente un interés en engañar e incluso oprimir a la comunidad, y que de hecho la han engañado y oprimido en numerosas oportunidades."
Lo veo hecho un marxista al señor Smith. Tiene a lo largo del libro ciertas oscilaciones en sus opiniones o yo no lo acabo de comprender bien, parece que el libro recopila ensayos escritos con mucha diferencia temporal y que sus opiniones se fueron matizando con el tiempo.
Los libros II, III, IV y V me han interesado muy poco, parece que quiere ejercer de teórico y acaba acumulando demasiado texto, buscando el prestigio del volumen grueso.
En el capítulo 2 del libro II habla de la masa monetaria y demuestra desconocer completamente el multiplicador bancario, cuando es ese multiplicador, conocido entre los banqueros desde el siglo XVII, el que ha propiciado todo el carácter cíclico del capitalismo y las grandes deflaciones que han acabado en revoluciones y guerras mundiales, ayudado también esto por el uso del patrón oro. Sobre esto, ampliaré mi opinión en otro artículo. En todo caso, aquí Smith demuestra una ignorancia que yo no le perdono, porque continuamente habla ex catedra.
El capítulo 3 de ese libro II es probablemente el más falaz de toda la obra de Smith, lo dedica a cargar contra lo que llama los "servidores públicos", es decir, los funcionarios. En la concepción de Smith, todos los funcionarios ejercen actividades improductivas y son mantenidos por el resto de trabajadores, que son los que realizan el trabajo productivo ("todo el producto anual es fruto del trabajo productivo"). Y lanza otra de sus grandes afirmaciones: "Las grandes naciones nunca se empobrecen por el despilfarro y la mala administración del sector privado, aunque a veces sí por el derroche y la mala gestión del sector público". Los servidores públicos, según él, nunca contribuyen a la riqueza colectiva.
Quiere esto decir, según Smith, que la productividad de un trabajador no depende de la utilidad de su actividad sino de su pagador. Un profesor en un instituto público es un parásito improductivo, ese mismo profesor en el mismo instituto después de su privatización es un empleado productivo que saca adelante el país.
Es obvio que la forma de remuneración de los funcionarios es indirecta, el ciudadano le paga su servicio mediante los impuestos, mientras que en el sector privado el servicio se paga directamente. La diferencia es que en el primer caso todos los ciudadanos pagan esos servicios, aunque no los usen, y en el segundo la carga recae únicamente en los que los usan, de lo cual se deduce que los servicios públicos son más rentables para la gente con menos ingresos y más gravosos para los que tienen más ingresos. Y así nos hemos acostumbrado a oir a la gente con más recursos quejarse de los muchos funcionarios que tiene el país y de su baja productividad, defendiendo siempre las privatizaciones, esto es exactamente lo mismo que pedir que las diferencias económicas sean aún mayores, porque creen que ellos saldrán beneficiados.
La función pública actualmente se divide en dos grupos:
La que ejerce la potestas del Estado: jueces, políticos, altos funcionarios, policías.
La que presta servicios públicos como sanidad, educación y otros.
Es este segundo tipo de función pública el que más ataques recibe, a pesar de tratarse de las actividades más necesarias y productivas de la sociedad. Las oligarquías ven aquí una amenaza, porque esa distinta forma de remuneración de los empleados contribuye en cierta medida a la dispersión del capital y, en el caso de la educación pública, a la permeabilidad de las clases sociales. Hay también una tercera amenaza, que es la competencia que estos salarios públicos ejercen sobre los privados, lo que les dificulta seguir bajándolos. La argumentación es algo así como "mirad qué bien viven esos funcionarios y lo poco que trabajan, cuando vosotros aquí en mi fábrica estáis bien explotados". No se entiende cómo esos obreros compran esa idea en lugar de responderle al patrón que el motivo de su explotación es la plusvalía excesiva que extrae. Si no existiesen los salarios públicos, por pura ley de mercado los salarios privados caerían aún más. En el sector educativo, por ejemplo, los profesores de institutos privados cobran menos que los de institutos públicos, pero esa diferencia no puede abrirse demasiado porque en ese caso los profesores más jóvenes rechazarían el empleo privado y redoblarían su esfuerzo en la preparación de oposiciones. Esto ocurre también en todos los demás sectores, el empleo público es un gran problema para el capitalista que quiere abaratar la mano de obra.
Voy a poner ejemplos de actividades privadas completamente improductivas:
Cuando voy a comprar un coche, aparece por allí un señor con una corbata que no trabaja más que para encarecer mi compra, ofreciéndome extensiones de garantía que obligan a realizar costosas revisiones con excesiva frecuencia, ofertas de precios falsas que implican firmar condiciones leoninas en un crédito, paquetes de opciones en los que su margen de beneficio es desorbitado, etc. Esta persona no tiene otra productividad que engañarme, es absolutamente desaconsejable entrar en un concesionario sin antes haberse documentado extensamente por Google.
Las sucursales bancarias están llenas de personas que sólo viven de la falta de formación de los ciudadanos en el uso de las aplicaciones móviles. Si el Estado invirtiese más en la formación digital de las personas de más edad, estos empleados simplemente desaparecerían.
Los notarios tienen una concesión pública pero actúan mediante empresas privadas. Estos profesionales compran bases de datos cargadas de documentos que son pura farfolla, que usan 50 páginas para decir lo que se puede decir en dos frases, con la idea de encarecer sus servicios, porque normativamente cobran por página generada.
Gran parte de los abogados, sólo repiten mecánicamente una y otra vez los mismos pleitos con los mismos argumentos, pero se aprovechan del desconocimiento de los ciudadanos para seguir parasitando a la sociedad.
Todo el sector publicitario sirve solamente para molestar, hay una competencia feroz entre las empresas para llamar la atención e inducir al gasto, pero el dinero que se vierte en eso no tiene productividad, los clientes igualmente comprarían en un sitio u otro sin tener que pagar un sobrecoste, y si el consumo en conjunto es menor, ese excedente de ahorro se acabaría usando en otras cosas mejores.
El sector periodístico no es mucho mejor, casi todos los medios de comunicación ofrecen gratuitamente sus contenidos con la idea de servir al sector publicitario o a los intereses ideológicos de las oligarquías, de modo que no sólo no ofrecen nada a la sociedad sino que causan desinformación y daño, son parte esencial de la manipulación del sufragio.
Por mi pueblo pasan a veces empresas depredadoras que tienen estrategias de engaño que prácticamente rozan la estafa, invitan a las personas mayores a una especie de fiestas en las que les ofrecen algún aperitivo a cambio de mostrarles sus productos, que son basura comprada en China por 100€ y que luego les venden por precios desorbitados. Te invito a una rebanada de pan y te estafo 4.000€.
Y podría seguir enumerando los sectores de curanderos, fisioterapeutas que alargan los tratamientos, lecturas de tarot, comerciales de puerta fría, telemarketing… Una parte importante de la actividad privada se basa en la ignorancia de la gente y nada más.
Yo diría incluso que es el sector privado el que vive a costa del sector público, porque la actividad privada empieza cuando alguien ha conquistado un territorio, ha impuesto leyes y las hace cumplir cada día, y en ese marco la empresa privada recibe unos trabajadores que han sido formados y que no están enfermos, usa unas infraestructuras viarias y eléctricas y disfruta de una seguridad jurídica que le permite encauzar su actividad. La empresa privada se basa en la propiedad privada, y esto es una institución jurídica creada por el Estado completamente artificial, porque la auténtica libre competencia "natural" se hace por la fuerza y es a vida o muerte, y esto no es lo que quiere el empresario. De modo que el sector privado tiene su sentido y cabida, pero enmarcado en el Estado, nunca fuera de él, y ahí el Estado ya le dirá hasta dónde llega o no llega.
En el libro III me ha parecido curiosa la afirmación de que los problemas de Europa provienen de la barbarie de los godos y su escaso conocimiento de la agricultura. En esto, Smith coincide exactamente con las argumentaciones de Jovellanos en su Informe en el expediente de la Ley Agraria, que se escribió casi dos décadas después.
En el libro IV vuelve a defender los beneficios de quitar aranceles y se centra en un tema interesante, que es la asignación del capital. Quiere que esta asignación sea también "natural" y no esté sujeta a reglamentaciones. Ya digo que para mí no hay más asignación natural del capital que la que se pueda hacer mediante el estudio racional del provecho que la sociedad vaya a obtener a largo plazo, y esto nada tiene que ver con bancos inflando burbujas de hipotecas.
En el libro V se muestra partidario de los peajes y carga en contra de las compañías reguladas, defiende la privatización de todo, incluida la educación, y se explaya en sus críticas a la universidad, a la que considera corrupta. Defiende, por supuesto, la frugalidad del Estado.
Después de toda esta disertación, saco la conclusión de que para mí Smith fabricó a finales del XVIII uno de esos "castillos en el aire" de los que hablaba Kant, el liberalismo se ha basado en una especulación no fundamentada de cosas que ocurrirán si se dan unas condiciones, y esas cosas nunca ocurrieron, el sistema fracasó desde el principio y sólo dio explotación y esclavitud, el progreso de estos dos últimos siglos se ha basado más en la ciencia que en la empresa privada. Smith desconoce la macroeconomía, ignora completamente el multiplicador bancario, y esto desautoriza todo su libro. También desconoce la psicología, las fuerzas que realmente mueven el comportamiento colectivo, imagina toda la economía como un mecano movido por el egoísmo, pero no considera la capacidad de ese egoísmo para saltarse impunemente las leyes o simplemente para tejer alianzas cercanas que parasiten el sistema. La vileza de sus argumentos, especialmente en cuanto a la cosificación del obrero, producirá unas oleadas de violencia nunca vistas antes en Europa. El motivo por el que sus falacias persisten hasta el día de hoy es la creación por parte de ese sistema de unas clases privilegiadas que consiguen condicionar al resto de la sociedad, merced al principio de estado mínimo y capital máximo, y bloquean cualquier cambio. Sí que tiene Smith un buen conocimiento de lo que será luego el desarrollo industrial, pero es obvio que ese desarrollo hoy ha agotado su ciclo y que las ideas liberales deben ser rechazadas.
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