A partir del Nixon Shock de 1971, la situación del capitalismo es completamente distinta. El acuerdo que EEUU impuso en Bretton Woods se convirtió en una trampa para sí mismo y no resistió los gastos de la Guerra de Vietnam. El patrón oro en el dólar, que había sido el reclamo con el que convirtieron su moneda en estándar mundial, no se pudo mantener, y la situación se fue de las manos.
Al momento de desconectar el dólar del oro, su precio por onza era de $35. Nueve años después, cotizaba a $850, tal fue el grado de devaluación del papel moneda. La inflación declarada en el IPC en ese periodo fue del 112% en total.
Para agravar más la situación, Arabia Saudí tomó represalias por el apoyo de EEUU a Israel en la guerra de Yom Kipur y cortó el suministro de petróleo desde octubre de 1973 hasta marzo de 1974. Esto provocó cierto caos económico, con subidas generalizadas de precios y colas en las gasolineras.
En paralelo a esto, la Guerra de Vietnam se estaba perdiendo, los cadáveres de los jóvenes reclutados forzosamente no paraban de llegar y las protestas contra la guerra se generalizaron hasta que en 1975 el presidente Gerald Ford decidió dar el conflicto por perdido.
Los 70 en EEUU fueron años de inflación, aranceles, subidas de tipos y conflictividad social. La bolsa lo hizo mal, en el periodo 1971-1980 el S&P500 subió menos que el pan, sólo un 40% en total.
En ese contexto, Reagan ganó las elecciones de noviembre de 1980 prometiendo medidas neoliberales y de reducción del gasto. Lo primero que hizo fue emitir dólares sin respaldo para tapar los agujeros de los créditos de la banca privada estadounidense a los países emergentes, porque esos países ya no podían pagar. Esos créditos se habían dado sin tener en cuenta el capital de los bancos ni otra consideración más que la desregulación financiera, pero al verse quebrados rápidamente pidieron ayuda al estado. Reagan no les defraudó y además usó el FMI para refinanciar e imponer medidas neoliberales en esos países, lo que ayudó a relanzar las exportaciones estadounidenses y asegurar una demanda de dólares a futuro. Ya expliqué en el artículo anterior que la forma de dominación de EEUU sobre el resto de países no es la ocupación militar sino el endeudarlos en dólares, porque así se ven obligados a comprarle el déficit.
Las draconianas medidas que los países emergentes debieron cumplir en esas refinanciaciones los llevaron a crisis deflacionarias, a una pérdida muy acusada de actividad económica. Esto tuvo un efecto de repatriación de las inversiones norteamericanas y de relanzamiento de los mercados financieros de EEUU, que se vieron inundados de dólares. Pero el dólar no bajó, porque las desinversiones norteamericanas en los países emergentes generaron una fuerte demanda al cambiar esas divisas.
En 1981, todavía hubo una inflación del 10%, pero a partir de ahí el país entró en un ciclo de fuerte crecimiento sin inflación.
Esto envalentonó a la Fed para seguir emitiendo más y más masa monetaria. En 1980, la M3 de EEUU era de billón y medio, en 2020 antes de la pandemia había alcanzado los 15 billones. A finales de 2023, ha llegado a 21 billones y no hay visos de que pueda dejar de crecer.
La situación de agotamiento del modelo de Bretton Woods a principios de los años 80 se convierte en manos de Reagan en un nuevo modelo de liderazgo internacional de EEUU y de rebaja de salarios. En ese modelo, yo veo estos factores diferenciales:
La producción cultural.
La deslocalización de la producción.
La deuda pública.
La participación popular en el accionariado de las compañías.
El endeudamiento del obrero.
Las privatizaciones.
Desactivación de los sindicatos.
La inmigración.
Probablemente el arma más potente del imperio estadounidense haya sido su producción cultural. Especialmente, los contenidos audiovisuales han sido una maquinaria de propaganda del way of life dentro del sistema capitalista consumista. Esto las autoridades de EEUU lo han conocido siempre y, ya en el Plan Marshall, reservaron un apartado para asegurarse la exportación de producciones cinematográficas sin ningún tipo de arancel ni limitación.
En los 80, el cine de Hollywood tiene ya una gran acumulación de talento y una ventaja determinante sobre las producciones de cualquier otro país. Las características del negocio, que obligaban a realizar fuertes inversiones por un producto intangible y con un alto porcentaje de fracaso en el mercado, se adaptaban mejor a las características de EEUU, con un mercado local inmenso y una cultura empresarial con más inclinación por el riesgo. El modelo de negocio era imposible de imitar en otros lugares.
Después de unos años 70 en los que habían destacado los productores independientes, la orientación de la administración Reagan, más amigable con las empresas grandes, y la afluencia de capital desde los mercados financieros, permitieron que el sector volviese a concentrarse en las cinco grandes productoras tradicionales, llamadas las majors: Universal, Paramount, Warner, Disney y Columbia. Los presupuestos se dispararon, el mercado se orientó hacia las superproducciones, se mejoraron los efectos especiales, se desarrolló una gran maquinaria de marketing y merchandising y fue la época de los blockbusters, los grandes "taquillazos" con unas cifras de espectadores y facturación no conocidas antes. Fue tal el dominio de estas grandes productoras que concentraron incluso la propiedad de las salas de proyección, llegando a finales de los 80 a tener casi el 16% de todas las de EEUU, lo que les permitió subir el precio de las entradas.
Estas grandes productoras también dominaron completamente las redes de distribución europeas, bien mediante adquisiciones, bien mediante contratos. Esto hizo también que la producción se orientase a películas exportables, que no tratasen temas demasiado locales.
Hubo quien se quejó de la pérdida de calidad artística, pero Reagan sabía que la aculturación pro capitalista de Europa daría grandes beneficios económicos a largo plazo. No tuvieron las productoras reparos en activar el product placement en sus filmes, comenzaron los personajes a beber Coca Cola o tener conversaciones dramáticas dentro de un McDonald's. El ejemplo que más recuerdo es la Harley Fat Boy que manejaba Terminator con la escopeta en la mano.
A mitad de la década, llegó la explosión del VHS y las suscripciones por cable. Ya en 1984, el alquiler de cintas VHS superó en beneficios a la taquilla de las salas.
Europa no fue consciente del aculturamiento hasta que fue demasiado tarde. Además, cuando quisieron empezar a proteger su cine local con subvenciones, el gobierno de Reagan presionó muy directamente para que no pusieran trabas a las películas de Hollywood con la excusa del "libre mercado". La Motion Picture Association of America (MPAA), la asociación de las majors para defender sus intereses, fue muy activa en Europa en aquellos años, siempre que hubo alguna negociación de algún tratado de libre comercio presionó a sus políticos para que no se olvidasen de sus producciones.
Cuestión aparte fue la producción cinematográfica militar. El Pentágono tiene una sección llamada entertainment liaison office desde 1948 que se dedica a ofrecer colaboración para la elaboración de películas a su favor, algunas de ellas de pura propaganda. Durante los 70, el tema bélico fue un poco tabú porque las muertes y la derrota estaban demasiado recientes, pero ese tabú caería en los 80 con títulos como Rambo, Top Gun, Apocalypse Now o La chaqueta metálica.
Obviamente, las administraciones subvencionaron abiertamente esta industria. No he conseguido las cifras de los años 80, pero el New York Times ha publicado hace poco que en los últimos veinte años las deducciones fiscales para las productoras han superado los 25.000 millones de dólares.
Repasando un poco los títulos puede verse enseguida la orientación ideológica hacia el éxito individual, con un sesgo aún más evidente en la serie B que en los blockbusters. Michael J. Fox aparecía en El secreto de mi éxito usando ingeniería social para trepar en Wall Street. Rocky Balboa daba puñetazos a la carne de ternera y subía las escaleras del Museo de Arte de Filadelfia para intentar salir de su precariedad laboral a base de combates de boxeo. En Entre pillos anda el juego, se demuestra lo fácil que es hacerse millonario en Nueva York siendo un mendigo negro.
En la televisión, se actuó del mismo modo, se empaquetaron series que se vendieron en Europa. Los títulos más famosos fueron El equipo A, El coche fantástico, Uve, Los vigilantes de la playa, Corrupción en Miami, Cheers, Cosas de casa, Fama, Canción triste de Hill Street, Dallas, Dinastía, Falcon Crest, Las chicas de oro, Aquellos maravillosos años o Alf. Las temáticas oscilaban entre la violencia y la fabulosa vida de los ricos, sin olvidar en ningún momento el emplazamiento de productos y la creación de marcas. EEUU aparecía a los ojos de la juventud europea como un paraíso muy brillante, una sociedad de opulencia y libertad. Es posible que estas teleseries llegasen a calar en el imaginario colectivo incluso más que las películas, porque su consumo se convertía en un acto cotidiano a lo largo de años.
En la música pop, la situación fue muy distinta. Los 70 habían sido los años de los cantautores antisistema y gran parte de la oposición a la guerra de Vietnam se había canalizado por ahí. Montar un concierto y cobrar entradas no requería apenas inversión, y esto impidió que las grandes productoras monopolizasen tanto el mercado, por lo que los artistas europeos pudieron tener más llegada a sus propios mercados. Aun así, hubo nombres muy célebres, como Michael Jackson, Tina Turner, Prince, Whitney Houston, REM, Bruce Springsteen o Madonna, si bien otros de los grandes nombres anglosajones como George Michael, Rick Astley, David Bowie, Elton John, Bonnie Tyler, Phil Collins o los Rolling Stones realmente son británicos.
En los deportes, sólo vivió cierto florecimiento la NBA, ni el rugby ni el baseball fueron exportables. El baloncesto no tuvo un sesgo ideológico ni vendió un modo de vida, pero sí que lanzó varias marcas como Nike o Converse y cambió el modo de calzar de los jóvenes.
Las otras grandes marcas de aquel tiempo fueron Levi's, McDonald's, Coca Cola, Kellog's, Johson&Johnson, Colgate o Marlboro. Básicamente, comida azucarada o grasienta, tabaco y ropa inflada de precio. Las maquinarias publicitarias eran impresionantes, la capacidad para subir de precio cualquier producto mantuvo a distancia a los competidores asiáticos que comenzaban a presionar al producto manufacturado norteamericano.
El modelo de sociedad que se pretendía vender era de consumo y crecimiento ilimitados, sin la más mínima consideración por la sostenibilidad. Se popularizaron productos de usar y tirar, empezando por las maquinillas de afeitar Gillette y siguiendo por mecheros, bolígrafos, platos, cubiertos, pajitas y todo tipo de envases plásticos.
El gran fracaso exportador de la industria norteamericana fueron los automóviles, nunca tuvieron sus marcas una buena aceptación fuera de sus fronteras. La única marca norteamericana que ha podido mantenerse en el mercado europeo ha sido Ford, pero a costa de fabricar modelos completamente distintos y mantener sus precios bajos.
El objetivo de todas las argumentaciones neoliberales y las películas de Rocky Balboa era la bajada de salarios. Ante todo se temía la asociación de los obreros, que era lo único que podía parar el proceso. Sin esa movilización, el plan era muy claro: producir a menores precios en China o comprar sus productos baratos, seguir produciendo paro en EEUU para ganar fuerza de negociación salarial y, con estos factores deflacionarios bien afianzados, continuar el camino de expansión monetaria sine die. Esto llevó a EEUU a una situación crónica de déficit comercial, exportaba más dólares que productos, y esto puso al dólar en un tipo de cambio inflado. Todo esto fue lo que impulsó los mercados financieros norteamericanos, no otra cosa.
El FMI colaboró en esta estrategia todo lo que pudo, dando "regalos" en forma de créditos en dólares y convenciendo a los países con mano de obra barata de que necesitaban adoptar políticas "del lado de la oferta" para exportar más. A esto se le llamó el "consenso de Washington", un consenso que se resumía en diez puntos:
Disciplina fiscal: rebajas de impuestos, reducción del gasto público, priorización del pago de la deuda.
Redirección del gasto público hacia actividades que mejorasen la productividad: educación, infraestructuras y sanidad. Rechazo absoluto de políticas de redistribución de rentas.
Reducción de la progresividad fiscal: recorte de los tipos marginales.
Poca intervención en los tipos de interés, fluctuación según mercado.
Abaratamiento de las monedas locales (ayudar a fortalecer aún más el dólar).
Supresión o reducción de aranceles.
Libertad de inversión para capitales extranjeros.
Privatizaciones.
Desregulación de todos los mercados.
Protección de la propiedad intelectual.
Esto se suponía que era la panacea para que luego creciesen los salarios y todo el mundo viviese mejor. Los países pobres tomaron una actitud de "alumno aventajado" no muy diferente de la que tenía España con respecto a Alemania en esos años. Se generalizó el "estado mínimo" y se crearon inmensas reservas de mano de obra en condiciones precarias. Países como Ghana, Tanzania, Uganda o Zimbabwe fueron prácticamente colonizados por el FMI, no digo como si fuesen la India en tiempos de la Sociedad Británica de las Indias Orientales, pero casi. Otros países emergentes algo más poderosos, como China, Corea del Sur, México o Polonia comenzaron también a desarrollar aceleradamente sus sectores privados.
En las zonas industriales de EEUU, como por ejemplo Detroit o Filadelfia, el efecto fue distinto: el paro, la pérdida de población, la desinversión pública, el abandono de las infraestructuras, las lacras sociales, el alcoholismo, la prostitución, las adicciones a los opiáceos. Toda la "basura blanca" de allí se consideró improductiva y fue abandonada a su suerte.
Este ciclo deflacionario, que arrastró también a las materias primas, siguió mucho más allá del mandato de Reagan, me atrevo a decir que hasta la pandemia de 2020.
Después de haber abaratado la mano de obra y haber desactivado la asociación obrera haciendo creer al trabajador que era culpable de su precariedad por no haber sido Rocky Balboa, el reaganismo pasó al saqueo del estado. Es recurrente en los regímenes liberales el acumular deuda pública mientras se hacen discursos contra el gasto público y a favor del estado mínimo. La realidad es que el capitalismo usa siempre el gasto público apoyado en la expansión monetaria para mantener el consumo privado, sin él la economía se iría lentamente enfriando y encogiendo, acumulando bolsas de miseria que quedarían fuera del mercado.
Reagan gastó y gastó, mantuvo el imperio con deuda pública. Este primer gráfico muestra la deuda pública federal durante la década de los 80:
Este otro gráfico muestra lo mismo, pero en porcentaje del PIB de EEUU:
Y este otro muestra la evolución de la M3, es decir la masa monetaria en circulación incluyendo la creada por el multiplicador bancario. Aquí lo que se puede ver es que esa deuda pública que va creciendo son simplemente dólares de nueva creación, es la Reserva Federal la que ha ido comprando los bonos que el gobierno ha emitido:
En la década de los 80, la deuda pública de EEUU pasó del 31% del PIB al 50%. Hoy está en el 120%. Desde Reagan, EEUU vive del dólar, y es su irreal valor lo que mantiene todo el tinglado en marcha. Reagan no obró ningún milagro antiinflacionario, lo que hizo fue apoyarse en la moneda, precisamente aquello que el FMI prohibía a quienes recibían sus créditos.
La ausencia de un sistema de pensiones público en EEUU ha dejado en manos privadas todo el ahorro de los ciudadanos. El trabajador de base no genera apenas ahorro, pero los trabajadores más cualificados y los cientos de miles de propietarios de pequeños negocios colocan parte de sus rentas en los mercados financieros con la esperanza de jubilarse algún día.
Una de las primeras actuaciones de Reagan en su primer mandato fue modificar el llamado "plan 401(k)", una exención fiscal para aportaciones voluntarias a una cuenta de inversión privada. Según este plan, el empleado aporta una cifra de su renta y el empresario debe igualar esa cifra y aportarla también a favor del empleado, pero sólo hasta que la combinación de las dos aportaciones alcance el 6% de su sueldo bruto anual. Luego, el empleado puede seguir aportando pero el empleador no está obligado a aportar nada.
Antes de Reagan, al 401(k) sólo se permitía aportar rentas provenientes de opciones sobre acciones o pluses. Lo que hace él es extender el 401(k) a todos los ingresos del empleado. El flujo de capitales hacia la industria financiera se multiplicó y para 1983 ya la mitad de las empresas grandes pasaron a ofrecer planes 401(k) y abandonaron el plan de pensiones tradicional con prestación fija.
El 401(k) se ofrecía en dos opciones: o bien se tributaba primero por los ingresos normalmente pero el rendimiento de ese capital a futuro quedaba totalmente libre de impuestos, o bien se deducía en un principio ese pago pero luego el rendimiento de ese capital, junto con el principal antes deducido, se debía tributar. Las aportaciones debían hacerse a una cuenta llamada IRA (Individual Retirement Account) que podía ser una cuenta bancaria tradicional, aunque más comúnmente era una cuenta en una gestora de fondos o directamente en un broker. La IRA guardaba el dinero hasta que el trabajador cumpliese 59 años, a partir de ahí podía ir sacando.
Dada la evolución de los mercados financieros, la mayoría de profesionales exitosos y empresarios optaron por tributar primero y tener luego un pequeño fondo de inversión controlado por ellos y totalmente libre de impuestos, lo que inició la actual situación de división social en la que una parte minoritaria del país ha ido componiendo exponencialmente su ahorro mediante exenciones fiscales y la otra ha quedado completamente desheredada sin ninguna ayuda pública. Y hay que recordar que esas exenciones fiscales se han pagado con deuda pública (ver las gráficas de arriba).
La buena marcha del S&P500, que se multiplicó por dos en la década de los 80 descontando la inflación, y la situación boyante de los fondos de inversión comenzaron a atraer también capital europeo, en un proceso de drenaje de nuestras economías que dura hasta el día de hoy.
Hubo, y aún hay, también una miseria de medio pelo no tan evidente, la de los que fueron aportando a su 401(k) con la idea de disfrutar de la evolución de los mercados pero entraron en la adicción a las noticias y las gráficas, se fueron asustando y acabaron perdiendo más que ganando. Quiero decir que la concentración de capital no sólo se dio en los que podían ahorrar con respecto a los que no podían ahorrar, sino en los inversores con mayor pericia, que limpiaron a los particulares con menor experiencia o inteligencia. Esas limpiezas se han venido haciendo especialmente en 1987, 2000, 2008 y 2020. Pero no han hecho falta grandes crisis para que los pequeños ahorradores vendan en las bajadas, es muy famoso el análisis del gestor de fondos Peter Lynch: entre 1977 y 1990, su fondo de inversión obtuvo una rentabilidad media del 29,2%, mientras que la mayoría de partícipes perdió dinero porque se retiraba cada vez que la gráfica bajaba. Pero eso no hizo que Peter Lynch y sus colegas dejasen de cobrar las comisiones, de hecho pienso que debieron ser mucho mayores sus honorarios que las exenciones fiscales mismas.
Otro de los métodos que aparecen en el mundo de Reagan para obtener consumo y facturación mientras se bajan los salarios es el endeudamiento del obrero. Se empieza a endeudar a los jóvenes para que se paguen sus estudios universitarios, se cargan hipotecas sobre las familias recién creadas y se incentiva a los nuevos "emprendedores" sin capital ni recursos a tomar créditos personales.
Hasta el momento, se había conocido la explotación de la fuerza de trabajo, pero esta nueva forma de explotación introdujo un factor nuevo, que fue la multiplicación de unas burbujas financieras que irían estallando en las décadas siguientes.
En cuanto a la educación, el mandato de Reagan inicia una etapa de recorte de la inversión pública en la educación universitaria, que corría a cargo de los estados, mientras que el crédito estudiantil y el coste de las matrículas crecen abultadamente. El sistema usa aquí la idea, también muy popular en Europa, del "ascensor social", la posibilidad de cambiar de clase social mediante la cualificación técnica. La realidad era que se preparaban bajadas salariales aún más fuertes en esos perfiles técnicos, pero los jóvenes esto no lo sabían y entraron masivamente en el embudo. Las universidades de EEUU son también empresas privadas y, ante la avalancha de nuevas solicitudes de matrículas, subieron los precios.
Estas deudas estudiantiles han castigado sobre todo a la gente de clase trabajadora, especialmente a los negros. Muchos de estos jóvenes ni tan siquiera llegaron a conseguir los títulos deseados. Otros salieron al mercado laboral muertos de miedo, siempre es más dócil un trabajador endeudado.
Hoy, la deuda estudiantil de EEUU supera el billón y medio y un título universitario tiene un coste sólo en matrículas de entre $100.000 y $200.000.
El endeudamiento hipotecario es un tema que trataré extensamente en un próximo artículo, dedicado al capitalismo del siglo XXI.
El emprendimiento miserable es otra forma de explotación, en este caso lo que hay es una red de engaño y persuasión que lleva a ese trabajador a explotarse a sí mismo. Sin conocimiento ni ventaja competitiva clara, ordinariamente cargado de deudas desde el principio, este emprendedor está sujeto a una fuerte competencia que le lleva a trabajar innumerables horas y acabar la mayor parte de las veces arruinado. Marx siempre consideró a estas personas los tontos útiles del modelo oligárquico, muchos acaban viviendo en el odio a Hacienda, al estado, a los funcionarios o a los trabajadores cualificados, sin entender que han participado en un juego completamente amañado. Los pocos que consiguen realmente tener ingresos altos y algún ahorro son usados de reclamo.
Las privatizaciones fueron otro modelo de empobrecimiento que aumentó el gasto ordinario en unos salarios decrecientes. Reagan, realmente, no fue un gran privatizador, porque tampoco había mucho que privatizar. Se habló de US Postal, pero la operación no se llevó a cabo.
La gran privatizadora del mundo de Reagan fue Margaret Thatcher: privatizó la producción de acero (British Steel), los aeropuertos (British Airways), la distribución de gas (British Gas), las telecomunicaciones (British Telecom), los ferrocarriles (British Railways) y hasta el agua potable, aparte de muchas otras empresas más pequeñas como los ferries Sealink, British Transport Hotels, el servicio de restauración de los trenes Travellers Fare o la British Rail Engineering Limited, que fabricaba los trenes. No pudo privatizar del todo la sanidad pública, pero incentivó la contratación de seguros privados y procuró deteriorar el servicio. Luego su sucesor, John Major, acabó de completar las privatizaciones planificadas por ella y añadió algunas más. En 2013 todavía se ha estado privatizando Royal Mail.
En España, tampoco Felipe González y Aznar se quedaron cortos. González privatizó Seat y Pegaso cuando eran ya prácticamente inviables, y comenzó la privatización de Campsa/Repsol en 1989. Pero fue Aznar el que operó una "desamortización" prácticamente decimonónica, liquidando todo lo que de útil aún podía quedarle al Estado: Aldeasa, Aviaco, Argentaria (antigua Caja Postal), lo que quedaba de Repsol, Endesa, Iberia, Red Eléctrica de España, Tabacalera y Telefónica, entre otras. Sobre todo esta última fue la más sonada, por los incentivos multimillonarios que se embolsaron Juan Villalonga, amigo personal de Aznar y colocado directamente por él en la presidencia de la compañía, y otros directivos también de perfil político. El volumen de estos incentivos se cifra en unos 500 millones de euros, una cifra que ascendía al 2,7% de la capitalización total de la compañía en aquel momento.
La sanidad privada y disparada de precio de EEUU ha sido ejemplo del nivel de abuso al que pueden llegar los oligopolios privados. Hoy, un día en el hospital cuesta una media de $13.600, pero si se quiere un servicio en condiciones hay que irse al entorno de los $20.000. Un seguro médico no baja de $500 mensuales para una persona sana, siendo los $800 una cobertura más recomendable. Conforme va la persona envejeciendo, el precio va subiendo. Para ingresar en un hospital con el seguro público Medicare hay un copago de $1.600 (sólo por el simple ingreso).
El gasto per capita en dólares constantes en seguros de salud prácticamente se dobló en los 80. No hubo regulación ni para bebidas azucaradas, ni para las salsas de tomate, ni para las hamburguesas, ni para el tabaco con amoniaco. Desde 1980 a 2009, el gasto sanitario privado per capita creció el 4,1% al año de media, mientras que el PIB sólo lo hizo el 1,8%. El modelo de seguros privados permite a las clínicas ir inflando precios sin que las aseguradoras puedan hacer mucho más que ir aumentando las primas, porque están obligadas a pagar.
Otro negocio sanitario del periodo fue el de los psicofármacos como el Prozac, al tiempo que las farmacéuticas desacreditaron académicamente el psicoanálisis y sobornaron a los psiquiatras para que recetasen medicamentos muy inflados de precio, buscando sobre todo el tratamiento crónico. La desregulación de Reagan fue caldo de cultivo de estas actitudes deshonestas y rapaces.
Un objetivo central de la estrategia de bajadas salariales fue la desactivación de los sindicatos. Reagan comienza su mandato gestionando una huelga de controladores aéreos en 1981 que los juzgados declararon ilegal. Esto fue noticia durante varias semanas en todo el mundo y causó un bloqueo en el tráfico aéreo. Reagan los aplastó, no les concedió ni una de sus reivindicaciones, les metió cuantiosas multas, forzó su despido y los inhabilitó de por vida para la función pública. A partir de ahí, las administraciones republicanas en los estados federales legislaron contra toda huelga, quitando todo el poder a los sindicatos. Esta situación fue una sentencia de muerte para las labor unions, porque en EEUU no hay una indemnización por despido fijada por ley, se debe negociar en el contrato, pero, con las deslocalizaciones y el repunte del paro, el poder de negociación lo tenía completamente el contratador. En el momento en el que se detectaba afiliación sindical de algún tipo o alguna reivindicación colectiva, se despedía gratuitamente a quien correspondiese y se zanjaba la cuestión.
El resultado fue que, si en 1983 el 20,1% de los trabajadores de EEUU estaba afiliado a un sindicato, en 2022 ese porcentaje era del 10,1%. En empresas privadas, la cifra es del 6%.
Durante toda la década de los 80, las empresas lucharon activamente contra la afiliación sindical, amenazando con cerrar las fábricas si no se desmantelaban los sindicatos, y algunas lo llegaron a hacer, fueron miles las que se deslocalizaron a Asia, y otras se fueron al sur del país, donde el paro era más alto y los sindicatos aún más débiles.
Las cifras de huelgas son claras, en 1980 hubo 187 huelgas en todo el país, en 2010 sólo 11. Los salarios de muchos trabajadores bajaron por debajo del mínimo de subsistencia, sobre todo los de la población negra o las personas con algún problema físico, y esto hizo que el tradicional programa de ayuda con alimentos, llamado Supplemental Nutrition Assistance Program (SNAP), se encontrase con un número mayor de personas que cumplían los criterios para recibir los cupones de ayuda, y la respuesta de las administraciones fue endurecer esos criterios.
La gestión de la inmigración es una de las mayores contradicciones de las políticas liberales. Entre la masa de votantes de los partidos derechistas hay un porcentaje de supremacistas blancos, conservadores cristianos o nacionalistas identitarios que ven en la llegada de inmigrantes una pérdida de identidad de su país. Pero estos votantes son engañados reiteradamente por unas oligarquías que desean la llegada y regularización de más mano de obra barata, porque no hay mejor estrategia de bajada de salarios que la inmigración, en primer lugar porque las condiciones en los países de origen de estas personas son tan malas que cualquier salario en un país rico les parece bien, en segundo lugar porque no conocen bien el idioma y la cultura y son más fáciles de engañar, y en tercer lugar porque tienen una percepción de transitoriedad y piensan que sus condiciones de vida mejorarán conforme se vayan adaptando. El oligarca usa al inmigrante aunque sea ilegal y esté en el paro, porque estas personas en su esfuerzo por subsistir presionan sobre los salarios del resto de trabajadores. Si, como consecuencia de esta marginalidad, hay un aumento de la delincuencia, esto preocupa poco al liberal, que siempre está interesado en crear división en la clase trabajadora, porque lo único a lo que el liberal teme es a la asociación de los obreros.
En 1986, tras el aumento constante de la inmigración, Reagan firmó una amnistía para tres millones de inmigrantes en situación irregular con la Immigration Reform and Control Act. Esta ley también pretendía endurecer las sanciones contra los empresarios que contratasen ilegales, pero la inmigración ilegal no se redujo, entre otras cosas porque realmente nunca se persiguió a las empresas y se miró para otro lado. También, por presiones de los latifundistas, se flexibilizó la contratación temporal "en origen" de trabajadores foráneos, sobre todo de México.
La media de inmigrantes en los EEUU en los años 80 fue de 624.000 al año, una cifra un 47% superior a la de la década anterior, pero un 56% inferior a la de la década siguiente. La inmigración en los regímenes liberales ni ha parado ni va a parar, bajo el argumento de la solidaridad con los pobres, o simplemente mediante regularizaciones supuestamente excepcionales de personas que se saltaron unas leyes que ya se diseñaron con la idea de no hacerlas cumplir.
El 8 de diciembre de 1991, Rusia, Ucrania y Bielorrusia firmaron un tratado para abandonar la Unión Soviética, lo que significó de facto su disolución. Esto fue visto por los países capitalistas como una victoria de su modelo económico y supuso un fuerte golpe para la ideología marxista en Europa. El desprestigio de lo que se llamó la "economía planificada" fue total y el mundo de Reagan relanzó aún más sus políticas de rebajas salariales. Cualquier regulación de protección del obrero era tachada de "intervencionista" y se amenazaba a aquellos trabajadores con sufrir las colas de racionamiento de alimentos que se estaban viendo en Rusia. Incluso partidos europeos totalmente comunistas como el PCE parecieron dudar de su larga y tradicional filiación marxista y relanzaron la etiqueta del Eurocomunismo, que básicamente significaba una rendición y un reciclaje de estos políticos como una pequeña minoría de diputados en un rincón de los parlamentos liberales.
La caída de la Unión Soviética causó mucho daño al trabajador europeo, los años 90 en Europa significaron ya el seguimiento incondicional del reaganismo y se dio rienda suelta a todo tipo de explotaciones laborales, privatizaciones y burbujas financieras que estallarían en el año 2000.
A falta de comentar uno de los factores más determinantes del crecimiento económico de los años 80 y 90, como es el desarrollo de la informática y la Tercera Revolución Industrial, el resumen que hago de las Reaganomics y el mundo que alumbraron es el siguiente:
El neoliberalismo de Reagan consistió, y consiste aún hoy, en dos cosas muy simples: bajar salarios y crear dinero sin respaldo.
El arma más potente de aculturación de Europa y de desactivación del marxismo han sido las ficciones audiovisuales.
Con respecto al liberalismo clásico, Reagan introduce dos factores más de explotación: el endeudamiento del obrero y el emprendimiento miserable.
El otro factor que entra en juego en estos años en las democracias occidentales es la inmigración, que reduce aún más el coste de la mano de obra y genera división en la clase obrera.
La caída de la Unión Soviética significó en el mundo occidental la eliminación de cualquier restricción a las políticas neoliberales, con las consecuencias desastrosas que se verán a partir del año 2000 y sobre todo 2008.