Los historiadores suelen marcar el inicio del siglo XX en 1914 con la I Guerra Mundial. En este periodo, se va a ver que el discurso liberal está ya desacreditado y la lucha obrera toma el relevo en cuanto al ejercicio de la violencia. Todo el siglo va a estar marcado por la fractura social y la lucha ideológica, aunque al final volverá todo al inicio y se impondrá nuevamente el modelo liberal anglosajón.
Como canciller del II Reich, Bismarck no era más que una especie de primer ministro, el monarca de ese imperio había sido Guillermo I, quien había delegado en todo momento todas las tareas de gobierno en su canciller, sin someterlo siquiera a elecciones. Esto cambia a la muerte de Guillermo I en 1888, porque el trono pasa a su hijo Federico III durante apenas tres meses, y luego, tras su muerte, al siguiente en la línea, Guillermo II, que tiene 29 años al momento de ser coronado emperador.
Guillermo II tiene otras ideas acerca de la delegación del poder. No piensa, como su abuelo, que deba abstenerse de los asuntos de estado y pretende tomar decisiones ejecutivas. No destituye a Bismarck, pero lo desautoriza varias veces, lo que hace que Bismarck dimita en 1890 y se jubile.
Guillermo II nombra entonces a un canciller más dócil, Leo von Caprivi, y ahí inicia una cadena de errores que lo llevará a perder su trono y dejar a Alemania hundida y sometida a potencias extranjeras, sin que haya habido una recuperación completa hasta el día de hoy.
Guillermo II es uno de los últimos monarcas europeos que intenta gobernar por sí mismo, cuando ya la política europea se componía de políticos profesionales financiados por la burguesía. Bismarck había sabido mantener a raya a esta gente, pero Guillermo II era mediocre, como todos los nobles, y se dejó adular por una camarilla de empresarios y financieros judíos que influyeron en él. A este pequeño grupo los alemanes los llamaron los Kaiserjuden (los Judíos del Emperador). Entre ellos, estaba el armador Albert Ballin, el emprendedor James Simon, el fabricante Walther Rathenau, y los banqueros Ernst von Mendelssohn-Bartholdy y Max Warburg. Guillermo II decía admirar a estos amigos suyos porque eran hombres hechos a sí mismos. Con frecuencia, los ministros se quejaban de lo inaccesible que era el emperador, aunque Walter Rathenau solía mantener con él largas reuniones. También se comentaba que, mientras que sus dos antecesores solo ennoblecieron a dos judíos entre 1871 y 1888, Guillermo II ennobleció a siete durante su reinado.
Ya en los primeros años del siglo XX, algunos intelectuales nacionalistas comenzaron a señalar a Guillermo II como un títere de la burguesía judía alemana. El presidente de la Liga Pangermana, Heinrich Class, escribió en 1912:
El emperador es un patrocinador de judíos incluso peor que su tío Eduardo [VII], acerca a su órbita emprendedores judíos nuevos ricos, banqueros y mercaderes, e incluso les pide consejo.
No es difícil imaginar que alguno de estos consejos sería mover guerras que permitiesen a esa élite enriquecerse mediante la fabricación de armas y el desmesurado gasto público.
Está demostrado que Rathenau y Ballin instigaron la I Guerra Mundial, se ofrecieron a colaborar en el aprovisionamiento de materias primas e incluso Rathenau se reunió con Erich von Falkenhayn, ministro de Guerra de Guillermo II, y le propuso organizar toda la economía alemana para ponerla al servicio de la guerra.
En el momento en el que Guillermo II decide firmar la orden de movilización de su ejército contra Rusia en 1914, toda la Segunda Revolución Industrial, la Belle Époque y la pujanza de Alemania descarrilan con estrépito y quedan apartadas de la historia.
No hay consenso entre los historiadores acerca de la iniciativa directa y final de Guillermo II en el ataque a Rusia, lo único probado es que era una persona voluble, impulsiva y manipulable emocionalmente que se fue rodeando de lo peor de su país entre vacuos discursos imperialistas.
El incidente de Sarajevo, en el que una organización terrorista serbia asesina al heredero al trono del imperio austro-húngaro, provoca una declaración de guerra de Austria-Hungría a Serbia. A partir de ahí, hay una serie de alianzas que producen una reacción en cadena y, supuestamente, los demás países se ven "obligados" a intervenir. La primera alianza es la de Rusia con Serbia, de población eslava, por lo que Rusia ordena la movilización de su ejército cuando Austria-Hungría inicia su ataque. La segunda alianza es la de Alemania con Austria-Hungría, y ahí es donde Guillermo II debió cortar la escalada, porque su tratado era de defensa en caso de invasión de su territorio, no la obligación de ir a cualquier guerra que el otro iniciase por su cuenta. Al margen de telegramas con los que algunos historiadores pretenden demostrar las reticencias de Guillermo II a la hora de entrar en la guerra, es claro que la decisión final le correspondió a él.
A partir de ahí, Francia e Inglaterra acaban entrando para disputarse la soberanía europea, llevando a Europa al mayor desastre de su historia e iniciando su decadencia civilizatoria. España, en este caso, se mantuvo neutral por la voluntad de Alfonso XIII, que entendió que había poco que ganar.
En los primeros años del siglo XX, es ya muy evidente la fractura social en Europa. La economía industrial producía más en términos globales, pero las desigualdades se habían disparado. Se habían creado grandes bolsas de marginalidad con lacras sociales y sin acceso a ningún tipo de sistema educativo. La situación de los antiguos agricultores que se habían ido desplazando a las ciudades en sucesivas oleadas era de clara esclavitud. Las falacias de Adam Smith son ya muy evidentes, el capital no hace más que concentrarse. El discurso liberal comienza a ser fuertemente cuestionado por algunos intelectuales influidos por Marx. Hay, incluso, un sector del liberalismo que se acerca a posturas socialistas. Benito Pérez Galdós, el gran novelista liberal español, el cronista de la clase media madrileña del XIX, escribe en un artículo del periódico El socialista en 1911:
La clase productora sabe ya que el origen de su dependencia económica no proviene de causas naturales e inmutables, sino artificiosas, creadas por la codicia de una clase social hábil y rapaz y mantenidas por la ignorancia de la mayoría de los hombres durante siglos: sabe también que el remedio a esos males estriba en organizar la sociedad sobre bases más equitativas, y ha puesto manos a la obra con todo el ardor de los convencidos.
El clima revolucionario se extendió por Europa, y uno de los activistas políticos que asimiló todas esas ideas fue Vladímir Ilích, Lenin, en su exilio de Ginebra.
Aunque Rusia históricamente aparece como vencedora de la I Guerra Mundial, su choque con Alemania dejó al imperio zarista exhausto y con el ejército prácticamente amotinado. Esto lo aprovechan liberales y bolcheviques para acceder al poder en febrero de 1917, y luego los bolcheviques hacen una revolución dentro de la revolución y quedan ya con todo el poder a partir de octubre.
La ideología que sustentó la Unión Soviética se llamó marxismo-leninismo y básicamente era una concreción política del pensamiento de Marx y Engels, expresado en el Manifiesto del Partido Comunista en 1848. Este manifiesto, después de resumir las ideas marxistas ya expresadas en El capital, acaba diciendo:
Los comunistas no tienen por qué guardar encubiertas sus ideas e intenciones. Abiertamente declaran que sus objetivos sólo pueden alcanzarse derrocando por la violencia todo el orden social existente.
Esto no fue ignorado por Lenin y sus seguidores y mediante la violencia toman el poder en Rusia, asesinan al zar y su familia y vencen en la guerra civil posterior. La idea de Lenin es imponer una dictadura totalitaria que no deje resquicio a las manipulaciones liberales ni en los medios de comunicación, ni en el parlamento, ni en la actividad económica.
Nunca he creído que la Unión Soviética sea un régimen coherente en sí mismo, pienso que es el negativo de la fotografía liberal. Sin las falacias liberales, nunca hubiesen existido ni Marx ni el comunismo. Sólo viendo su legislación, se nota el totalitarismo, una represión de la actividad humana natural.
Este modelo marxista-leninista se fue imponiendo, entre guerras y revoluciones, a lo largo y ancho del mundo. La Unión Soviética llegó a englobar lo que hoy son 19 países distintos. Aparte, en el Pacto de Varsovia hubo incluidos ocho países más, a los que habría que sumar los seis países que formaban Yugoslavia. A partir de 1949, se suma China y crea su propia área de influencia, que aún persiste hasta hoy: Laos, Vietnam y Corea del Norte. El caso de Cuba tiene también su importancia en el continente americano.
El marxismo-leninismo marca un punto de inflexión en el desarrollo del capitalismo, ya los liberales no tienen las manos libres para imponer completamente su modelo. Hay una competencia por el liderazgo mundial, y el bloque capitalista teme la reacción de sus obreros. Los partidos socialistas y comunistas van ganando poder en Europa, los movimientos obreros que habían comenzado tímidamente en el siglo XIX desde la Great Trade Union del Reino Unido son ahora partidos con capacidad para llegar al poder y seguir aumentando la lista de países comunistas. En Alemania, en 1863 se había fundado el SPD, al que siguió en 1879 el PSOE en España, y ya dentro del siglo XX otros partidos análogos en todos los países occidentales. Sólo en EEUU se ha conseguido anular casi totalmente la influencia del marxismo, no sin intervención continua de los servicios secretos y las prácticas abusivas de Joseph McCarthy.
El marxismo sigue teniendo influencia a día de hoy, a pesar de que se hable de fracaso por la caída de la Unión Soviética. China es ya la primera economía mundial, sin haber abandonado en ningún momento el maoísmo, y la Rusia de Putin se acerca cada vez más a posturas abiertamente soviéticas. Sin la amenaza de la Unión Soviética, en la Europa occidental de la segunda mitad del XX no habría habido una regulación de la jornada laboral, ni salarios mínimos, ni subsidio por desempleo, ni becas de estudios, ni sanidad gratuita, ni pensiones de jubilación, ni los aranceles proteccionistas que incrementaron los salarios. El liberalismo tuvo que frenar para no desaparecer, y eso se debió a Marx y al bloque soviético. Una vez que la Unión Soviética comenzó su aperturismo para luego colapsar, entramos en un periodo de neoliberalismo que volvió a reducir los salarios, en lo que yo llamo "el mundo de Reagan", una situación que describiré en el siguiente artículo de esta serie.
La República de Weimar (nombre no oficial) se crea tras una serie de levantamientos populares en Alemania tras la derrota en la I Guerra Mundial que obligan a Guillermo II a abdicar. Lo primero que se hace es redactar una constitución liberal al gusto de Francia e Inglaterra, con una orientación socialdemócrata. Aunque oficialmente siempre se ha aceptado que la Weimar surge de la voluntad popular, pienso que esos "levantamientos populares" fueron alentados y financiados por los vencedores para imponer en Alemania un régimen parlamentario de corte anglosajón. El II Reich, en ese momento, no tenía ya ejército y no podía controlar nada.
Desde el principio, este nuevo régimen enfrenta la oposición tanto de la burguesía más conservadora como de los comunistas, cada vez más numerosos. El redactor de la constitución fue el judío Hugo Press, que diseñó un régimen muy adelantado a su tiempo: liberalismo económico y desregulación financiera junto con libertad religiosa, feminismo, homosexualidad y pacifismo. El sector más conservador de la sociedad alemana esto lo vio como un entorno ideal para que prosperasen y medrasen los Ostjuden, los judíos asquenazís de más al este, especialmente de Polonia, que migraban hacia Berlín y las otras ciudades grandes alemanas y mostraban una querencia por la especulación financiera.
En ningún momento se juzgó a los instigadores de la guerra, y de hecho el Kaiserjuden Walter Rathenau aparece como ministro de Reconstrucción y luego de Asuntos Exteriores. Otros judíos del primer gobierno fueron Hugo Hasse (ex presidente del SPD) y Otto Landesberg. En esto, hay mucho tabú entre los historiadores, pero es claro que los judíos desempeñaron un papel muy relevante en la Weimar. Muchos de ellos habían evitado el ir al frente porque no eran de nacionalidad alemana.
Los enemigos de la Weimar eran la Iglesia, los oficiales del ejército, la burguesía nacionalista antisemita y algunos intelectuales. Los amigos de la Weimar eran los judíos, las feministas, los gays, lo que hoy llamamos "progres".
Intelectuales como Spengler, Jünger o Heidegger tenían muy mala opinión de la Weimar. Había también grupos paramilitares de ex combatientes de la I Guerra Mundial, que publicaban pasquines en los que se leían cosas como ésta:
La República es un sistema de usura y explotación que difama al pueblo alemán, y que, al final, la transforma en una república de judíos, extranjera y distinta a la esencia de los alemanes; lo que la gente necesita ahora es un nuevo Reich, el tercero, presidido por un líder que personifique la esencia y el destino del pueblo alemán. Esta gran personalidad abrazará la lucha en contra de la gente disoluta y degenerada [...] Y llevará a los alemanes a la prosperidad y a la grandeza nacional.
Hubo en esos años en Berlín unas primeras manifestaciones de homosexuales que anticiparían lo que hoy es el Orgullo Gay. Tampoco faltó promiscuidad de todo tipo, prostitución generalizada y transexualidad. El Tratado de Versalles, entre sus muchas cláusulas humillantes, impuso a la Weimar la prohibición del servicio militar obligatorio.
Los judíos prosperaron mucho en Alemania en este periodo, no sólo en lo económico sino también en lo cultural. Varios de los principales diarios del país eran de capital judío: Frankfurter Zeitung, Vossische Zeitung o Berliner Tageblatt. Algunas de las mayores editoriales también, por ejemplo S. Fischer o Ullstein.
Pero la inviabilidad de la Weimar comenzaba ya en las condiciones económicas del Tratado de Versalles. Entre otras obligaciones, había la de pagar 132.000 millones de marcos de oro alemanes como reparación de guerra, una cifra muy superior a todas las reservas de oro alemanas.
Es posible que con una férrea disciplina financiera al estilo de la posguerra franquista se hubiese podido salvar algo del valor del marco, pero los políticos de la Weimar querían gastar, lo que los llevó al abuso inconsciente de la emisión monetaria. Alguien dijo que la inflación no se debía a la masa monetaria sino al desequilibrio de la balanza comercial, y esto se creyó sin más análisis crítico.
Lo que ocurrió fue que, si en junio de 1922 un dólar estadounidense valía 330 marcos, en diciembre de ese mismo año ya valía 8.000. El problema aún se agravó más durante 1923 hasta que simplemente el marco perdió todo el valor. Esto causó la ruina de los trabajadores, porque sus nóminas no daban para comer. En noviembre de 1923 se creó un nuevo marco llamado Rentenmark, lo que significaba la desaparición de la moneda antigua, tanto en efectivo como en saldos bancarios y deudas. En ese contexto, hubo quien se arruinó y hubo quien pudo especular correctamente con oro, futuros de materias primas o acciones. Los obreros quedaron totalmente depauperados.
Esta situación la contó muy bien el poeta Dámaso Alonso en una entrevista de 1979:
Por influencia de Américo Castro, me habían nombrado lector de español en la universidad de Berlín. Estuve en la Universidad de Berlín desde el año 21 al año 23, época tremenda, fue la época de la inflación, en donde a veces nos pagaban a principios de mes cinco millones de marcos y a los 10 ó 12 días venía lo que llamaban una Nachzahlung, un pago suplementario, que si el del día primero de mes habían sido cinco millones, el suplementario eran a lo mejor 40 millones. Dejé sin cobrar mi sueldo del mes de mayo y escribí a un profesor alemán muy amigo mío diciéndole que cobrara en mi nombre la cantidad del mes de mayo y que invitara a los amigos que nos reuníamos en determinado restaurante a una cena o, le decía yo: "Como sé que la vida ha subido mucho, a una merienda". Y mi amigo me contestó: "No voy a cobrar tu sueldo del mes de mayo porque el billete del tranvía cuesta más".
Fue en ese tiempo que a Walter Rathenau le pegaron dos tiros cuando iba conduciendo su descapotable.
Ocurrió que, al no valer nada su moneda y no tener ya otros activos, el gobierno de Friedrich Ebert se vio incapaz de asumir los pagos a Francia y directamente le ocuparon la zona del Ruhr, la más industrializada, para cobrarse. La ocupación se mantuvo desde el 11 de enero de 1923 hasta el 25 de agosto de 1925. Esto fue otra humillación más y demostró que la Weimar nunca dejó de ser una colonia francesa.
Al momento de aparecer el Rentenmark, obviamente se frenó severamente el gasto público y el desempleo se disparó. Esto aumentó el malestar de los trabajadores, pero permitió a la Weimar recibir la ayuda estadounidense en forma de compra de bonos soberanos. Eran tiempos en los que en Wall Street sobraba el dinero e interesaba diversificarlo. Es probable que ya existiesen los que hoy se llaman "los vigilantes", fondos privados que invierten en bonos soberanos por todo el mundo siempre que los gobiernos implementen reformas liberales. Y luego, si esos gobiernos realizan alguna reforma en sentido contrario, venden los bonos y hacen subir los rendimientos, lo que aquí en España se llama la "prima de riesgo". La Weimar recibió la ayuda de los vigilantes, al menos antes de que esos vigilantes acabaran quebrados en el crack del 29 y se viesen obligados a venderlo todo. 1929, la segunda ruina total en menos de una década, marcará el fin de la Weimar, seguirán tres años deflacionarios, de paro y quiebras, hasta que en marzo de 1933 Hitler gana las elecciones.
Hay que recordar siempre la Weimar, porque nos enseña tres cosas:
La inflación no aparece nunca al momento de crearse la masa monetaria, sino al momento de empezar a moverse, y ese movimiento aumenta exponencialmente conforme la confianza en la moneda se va deteriorando.
El origen de "lo progre" no está en Jean Paul Sartre ni en sesentayochistas que se rasgan las vestiduras por los crímenes de la II Guerra Mundial, el mundo progre está ya dibujado en la Weimar.
Cuando el modelo de régimen político no casa con el substrato cultural, esa sociedad lo acaba rechazando.
En septiembre de 1923, el general Miguel Primo de Rivera da un golpe de estado en España y acaba con el régimen liberal de la Restauración Borbónica. En ese momento, la inflación de la Weimar está en máximos y hay un caos en la sociedad alemana. Mussolini hacía un año que estaba en el poder en Italia y su prestigio era alto.
Primo se declara admirador de Mussolini, pero en realidad no comprende la ideología fascista, más bien se deja llevar por la corriente. Primo no es un fascista, no tiene el componente de odio y violencia gratuita, tampoco es racista, ni ateo, ni antiliberal.
Primo es un dictador del siglo XIX, un militar tipo Domingo Faustino Sarmiento, un organizador racional y marcial interesado sobre todo en las infraestructuras y el desarrollo industrial.
Políticamente, se le ha comparado con Bismarck. Es cierto que hace un capitalismo de estado más bien ecléctico y que tiene una actitud cristiana y paternalista.
En su manifiesto de toma de poder, publicado en varios periódicos la mañana del 14 de septiembre de 1923, Primo acusa al régimen de la Restauración de haber llevado el país a la ingobernabilidad y la corrupción generalizada:
No tenemos que justificar nuestro acto, que el pueblo sano demanda e impone. Asesinatos de prelados, ex gobernadores, agentes de autoridad, patronos, capataces y obreros; audaces e impunes atracos, depreciación de moneda; francachela de millones de gastos reservados, sospechosa política arancelaria por la tendencia, y más porque quien la maneja hace alarde de descocada inmoralidad, rastreras intrigas políticas tomando como pretexto la tragedia de Marruecos, incertidumbres ante este gravísimo problema nacional, indisciplina social, que hace el trabajo ineficaz y nulo, precaria y ruinosa la producción agrícola e industrial; impune propaganda comunista, impiedad e incultura, justicia influida por la política, descarada propaganda separatista, pasiones tendenciosas alrededor del problema de las responsabilidades.
La situación de la Restauración era de fraude electoral continuo, corrupción generalizada y creciente conflictividad obrera. Primo conocía muy bien los ensayos de Joaquín Costa y su idea del "cirujano de hierro". Costa definió la Restauración de este modo:
Con esto llegamos como por la mano a determinar los factores que integran esta forma de gobierno y la posición que cada uno ocupa respecto de los demás. Esos componentes exteriores son tres:
1º, los oligarcas (los llamados primates, prohombres o notables de cada bando que forman su “plana mayor", residentes ordinariamente en el centro);
2º, los caciques, de primero, segundo o ulterior grado, diseminados por el territorio;
3º, el gobernador civil, que les sirve de órgano de comunicación y de instrumento. A esto se reduce fundamentalmente todo el artificio bajo cuya pesadumbre gime rendida y postrada la Nación.Oligarcas y caciques constituyen lo que solemos denominar clase directora o gobernante, distribuida o encasillada en "partidos". Pero aunque se lo llamemos, no lo es; si lo fuese, formaría parte integrante de la Nación, sería orgánica representación de ella, y no es sino un cuerpo extraño, como pudiera serlo una facción de extranjeros apoderados por la fuerza de Ministerios, Capitanías, telégrafos, ferrocarriles, baterías y fortalezas para imponer tributos y cobrarlos. [...]
En las elecciones [...] no es el pueblo, sino las clases conservadoras y gobernantes, quienes falsifican el sufragio y corrompen el sistema, abusando de su posición, de su riqueza, de los resortes de la autoridad y del poder que para dirigir desde él a las masas les había sido entregado.
Mi abuelo paterno, que tenía 16 años al momento del golpe, siempre dijo que el problema principal de aquel tiempo era la delincuencia generalizada, la policía no era capaz de mantener el orden y los ciudadanos vivían con miedo. Primo, en ese aspecto, actuó como militar y ejecutó a muchísimos delincuentes utilizando sin reparos el garrote vil. Se dice que una vez cargó un ferry de delincuentes y, a la altura de Mahón, abrió las compuertas para que se ahogasen todos y luego dijo que había sido un accidente.
Otra de sus medidas para el mantenimiento del orden fue recuperar el Somatén, institución medieval catalana que básicamente eran grupos paramilitares de defensa de la propiedad agraria. El Somatén de Primo se extendió por toda España y él los comparaba con los camisas negras de Mussolini, aunque tenían un componente más burgués. La legislación del régimen permitió a estos grupos ostentar cualquier arma y matar casi impunemente. A finales de 1925, había alistados en el Somatén 182.000 hombres de ideología conservadora y carlista.
Primo fue un gobernante querido por el pueblo que no tuvo una gran oposición, el discurso actual lo coloca como "dictador", pero no lo era más que un liberal que falsifica elecciones.
La parte en la que Primo se parece a Bismarck es en su tendencia a conciliar, a acercarse al bando contrario. Así como Bismarck tomó posturas más sociales con la idea de desactivar el comunismo, Primo también llega a acuerdos con la UGT para la mejora de salarios y jornadas, crea una especie de sindicatos verticales y desarrolla una reglamentación laboral que protege al obrero.
En la economía, su impulso fue indudable, tomó medidas muy exitosas de industrialización, dado que los liberales apenas habían ido más allá de concentrar la propiedad agraria. Primo aquí actúa a lo Bismarck, nacionaliza los sectores estratégicos y crea empresas públicas.
Las tres que aún existen hoy, ya privatizadas, son la Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos (CAMPSA), la Compañía Telefónica Nacional de España (Telefónica) e Iberia, Compañía Aérea de Transporte.
Otra de sus acciones fue subvencionar las industrias no competitivas e imponer aranceles para impulsar la producción nacional.
Se preocupó también por el desarrollo de las grandes infraestructuras, por ejemplo su Plan Guadalhorce de ferrocarriles (ejecutado sólo en una pequeña parte) o el Circuito Nacional de Firmes Especiales (lo que hoy es la red de carreteras nacionales).
No llevó a cabo la tan ansiada reforma agraria, pero impulsó las redes de regadío creando las confederaciones hidrográficas y permitiendo la modernización del campo.
Lo que veo en el régimen de Primo es que, en España, la gestión eficaz nunca va a venir por parte de políticos profesionales, que tienden al amiguismo y la mediocridad. Si se quieren organizar de manera coherente los recursos, hace falta un gobierno autoritario.
Para finales del XIX puede decirse que ya el discurso liberal está completamente desacreditado en España y que las distintas clases sociales van buscando un reemplazo. En 1930, Primo está afectado de salud y comete el error de convocar elecciones, lo que devolvió a España al caos.
La caída de la bolsa norteamericana de 1929 es un fenómeno muy bien documentado por los economistas y no ofrece dificultad en su comprensión. Es un fenómeno estrictamente cuantitativo, que no obedece más que a la saturación de masa monetaria en la economía por efecto de la desregulación financiera. La caída de la bolsa es el signo visible, pero el problema es general y se debe a un mal diseño del capitalismo, a una forma absurda de gestionar el crédito y el riesgo.
Desde muy antiguo se conocía que el crédito, por sí mismo, puede crear una solvencia aparente que puede inclinar a los bancos a dar más crédito y crear así una burbuja, pero esto se desoyó. No hay ninguna institución financiera privada que esté preparada para autorregularse, todas van a seguir afanando hasta la quiebra si el estado no pone límites.
El crack del 29 se debió, como todas las crisis cíclicas del capitalismo, al multiplicador bancario, a lo que se sumó la estupidez del presidente Herbert Hoover, que quiso defender la ortodoxia liberal y mantener el patrón oro en el dólar en medio de la peor deflación de la historia de su país. Por absurdo que parezca, muchos economistas de aquel tiempo creían que el mercado siempre se autorregulaba y que impedir al estado crear masa monetaria mientras se permitía a cualquier banco crearla sin control era una buena idea a largo plazo.
Dámaso Alonso, en la misma entrevista que he citado antes, explica también cómo vivió en EEUU el crack:
En el 29 me casé y mi mujer y yo nos fuimos desde Inglaterra a los EEUU, donde había tenido una invitación muy buena para Hunter College, en Nueva York, y la sección de Extension de Columbia University, y el verano lo pasé enseñando en Stanford, en California, cerca de San Francisco de California, y el invierno lo pasé todo en Nueva York, y allí tuve mi segunda experiencia de tipo económico verdaderamente ilustradora, porque presencié toda la caída de la bolsa norteamericana, el famoso y pavoroso crack, que pude seguir día a día, cuando todos los norteamericanos estaban comprando acciones y comprando acciones. El chico del ascensor en el hotel donde estuve primero me dijo: "Este mes, con las acciones que he comprado pues he ganado 575 dólares". "¿Y qué vas a hacer?". "Pues venderlas y comprar nuevas acciones". Y llegó el crack y empezó a temblar la bolsa y los periódicos a decir: "¡No pasa nada! ¡No ocurre nada! ¡Esto no tiene importancia ninguna, es un diente de sierra!". Subió la bolsa ligeramente, volvió a bajar más, volvió a subir un poco y ya se precipitó.
La especial intensidad de la crisis de 1929 en EEUU simplemente se debió al tiempo que había transcurrido desde la última caída, porque es así como funciona el ciclo del crédito. No hay forma de que el crédito esté estable, siempre está creciendo o decreciendo. Si los reguladores ponen límites, entonces los periodos de crecimiento son más cortos y los de caída también. Si los reguladores no ponen límites, hay un ciclo de crecimiento muy largo y luego la caída es tan insoportable que llega a convulsionar toda la sociedad y puede crear revoluciones o guerras.
Para empezar a salir de la crisis, hizo falta que Roosevelt en 1934 confiscase todo el oro en poder de los particulares y luego devaluase el dólar más de un 40%. Pero el coste más alto de esta crisis fue el reputacional, el discurso liberal volvió a quedar desautorizado y en la Europa Continental comenzaron a crecer los movimientos antiliberales. En 1931 se declaró en España la II República, y dos años más tarde Hitler gana las elecciones de la Weimar y es nombrado canciller.
No voy a detenerme mucho en este periodo porque fue breve y caótico. Realmente, la izquierda sólo gobernó durante dos años y con dificultades. El periodo del 15 de diciembre de 1931 hasta las elecciones de noviembre de 1933 se conoce como el "bienio azañista", y es ahí donde se intenta la única acción de relevancia económica de la II República, la reforma agraria.
Había un gran deseo entre los jornaleros y los pequeños propietarios agrícolas de acceder a la propiedad de la tierra que había quedado en manos de los grandes terratenientes tras las sucesivas desamortizaciones liberales. Ya he explicado antes cómo los liberales saquearon todo el Estado y dejaron concentrada la propiedad, con el poder centralizado en Madrid. Estos dos problemas serán los causantes del malestar de las clases proletarias y el vector más importante de la Guerra Civil.
En España, la industrialización había sido un fracaso, salvando los intentos de Primo de Rivera, y la economía seguía siendo principalmente agrícola. El PSOE había prometido solucionar este problema y repartir las tierras entre los trabajadores, y en las elecciones de junio de 1931 fue la lista más votada con un 24,5% de los votos. Sumando la izquierda marxista, la republicana y los nacionalistas de izquierda, se podía gobernar, pero el presidente de la República, Alcalá-Zamora, encargó formar gobierno a Manuel Azaña, que sólo tenía 26 escaños, por los 115 de Julián Besteiro, como solución de más consenso.
Azaña intenta la reforma agraria, pero es un tibio que no sabe ir al toro por los cuernos y comienza un largo proceso con sucesivas fases, primero prepara una ley, luego crea el Instituto de Reforma Agraria y luego busca financiación para indemnizar a los grandes propietarios, pero los bancos niegan esa financiación porque, obviamente, la oligarquía controla esos bancos. Azaña no tuvo coraje, no se decidió nunca a expropiar de manera directa, cuando los liberales nunca indemnizaron en sus desamortizaciones ni a la Iglesia, ni a las órdenes monásticas, ni a los ciudadanos de los ayuntamientos en un solo real.
La reforma educativa de Azaña, la construcción de nuevos colegios, la mayor libertad para los maestros, no tuvo ningún efecto en apenas dos años, la educación quedará después de la Guerra Civil en manos de la Iglesia durante más de tres décadas.
A partir de las elecciones de noviembre del 33, la CEDA es la lista más votada y se impone un gobierno de Lerroux de centro derecha. La reforma agraria no se detiene completamente, pero Lerroux la frena y limita mucho. Además, los propietarios tomaron ya la iniciativa y provocaron varios cierres patronales con el objetivo de matar de hambre a los jornaleros.
A principios de 1936, sólo se habían llegado a ocupar 529 fincas, por un total de 116.000 hectáreas, y los campesinos tenían ya claro que la República no iba a remediar su hambre y que debían pasar a la violencia. Dentro del PSOE, se impuso la facción de Largo Caballero sobre la de Julián Besteiro, y eso lo convirtió en un partido revolucionario.
El periodo del III Reich despierta siempre mucha morbosidad, sobre todo en la gente joven, pero a nivel económico no reviste para mí mucho interés. Hitler tiene un partido llamado Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei (NSDAP), de corte populista, que va ganando adeptos conforme la ruina va calando en cada hogar de la clase trabajadora alemana.
Existían en la Weimar, básicamente, cuatro grupos de descontentos:
La burguesía industrial rural conservadora, que había hecho la Segunda Revolución Industrial y se veía ahora superada por un capitalismo más especulativo y urbano, de corte anglosajón, que ellos asociaban con los judíos. Había un choque de concepciones del capitalismo, los burgueses alemanes pensaban que la economía financiera que había implosionado en el 29 en Wall Street era falsa y contraria a la cultura tradicional alemana de empleos de por vida, protección social, cárteles por sectores, investigación científica e ingeniería.
Los derrotados y mutilados de la guerra, que siempre pensaron que los judíos habían causado la derrota con intrigas diplomáticas para poder hacerse luego con el poder en el país.
La Iglesia, que veía la homosexualidad, la promiscuidad o la transexualidad como prácticas degeneradas y pecaminosas, y que tampoco estaba muy de acuerdo con la libertad religiosa y la importancia cultural que estaban tomando los judíos.
El trabajador industrial ario y tradicional, que veía que no podía alimentar a sus hijos y que casi todo su esfuerzo se empleaba en pagar las reparaciones de guerra a Francia. La hiperinflación dejó su salario sin valor, pero luego la solución a ese problema fue mandarlo al paro.
Entonces, lo que movió los votos hacia Hitler no fue el racismo, ni la medición de la dolicocefalia de los cráneos, fue el hambre, el fracaso y el rencor.
Con Hitler o sin Hitler, Alemania estaba abocada a otra guerra, porque el Tratado de Versalles no le permitía tener una actividad económica normal.
No era el NSDAP el único partido identitario que iba ganando votos. En las elecciones federales de noviembre de 1932 el Deutschnationale Volkspartei, de Franz von Papen, obtuvo casi tres millones de votos, mientras que el NSDAP obtuvo casi doce millones. Para que Hitler llegase al gobierno, hizo falta el apoyo de Papen y el Deutsche Zentrumspartei, partido democristiano.
No hay que olvidar tampoco la tradición que ya tenía la Liga Pangermana, fundada en 1891 y con ideología pangermanista, imperialista, militarista y antisemita, compuesta principalmente por burgueses ultraconservadores.
Una vez nombrado Hitler canciller, venciendo las reticencias del presidente Hindenburg, ya la democracia dio igual y se impuso la violencia. El mismo Papen salvó la vida de milagro en la Noche de los Cuchillos Largos, la violencia era generalizada y la democracia se iba descomponiendo, Hitler acaparó enseguida todo el poder sin respetar la legalidad.
La gestión económica de Hitler no fue socialista, como indicaba el nombre de su partido, sino conservadora y nacionalista. Lo privatizó todo y lo puso en manos de la burguesía nacionalista de la Liga Pangermana, la idea era reforzar una clase dirigente aria y alemana que formara empresas muy grandes y cárteles. Tampoco se olvidó de poner a gente de su partido en los consejos de administración y controlarlos indirectamente.
Hitler no tenía un modelo de gestión económica, era completamente ecléctico, su interés estaba en el supremacismo ario y la expansión de su nuevo imperio.
Aprovechando que el valor del Rentenmark se mantenía estable, Hitler apoyó un fuerte aumento del gasto público en la expansión monetaria. Ese gasto público se dedicó a la construcción de infraestructuras y a la producción de armas, preparando las campañas bélicas que iniciará a partir de 1939. La reducción del desempleo fue muy acusada y la popularidad de Hitler llegó a ser muy alta.
El Tratado de Versalles ya dejó abiertamente de respetarse, y Francia esta vez no se atrevió a hacer nada.
Hay que tener también en cuenta que el III Reich usó profusamente el trabajo esclavo de judíos, comunistas, homosexuales, transexuales y la gente que tanto disfrutó en el Berlín de la Weimar. Aparte, confiscó y nacionalizó todos los bienes de los judíos. Mucho de ese dinero acabó en cuentas privadas de jerarcas nazis en Suiza y de eso vivieron luego durante sus exilios en España y Argentina. En la España de Franco, no hubo problema para blanquear ese dinero y aún sus descendientes disfrutan de él.
En general, el III Reich no es un modelo económico alternativo al capitalismo, sino la preparación de una guerra que luego se pierde. Ni el gasto público, ni las confiscaciones, ni el trabajo esclavo eran sostenibles, Hitler lo apostó todo a la carta del pangermanismo y la victoria en la II Guerra Mundial. Veo este régimen como un pequeño monstruo creado por los abusos liberales, un proceso reaccionario casi suicida por parte de un pueblo sometido y humillado. La primera mitad del siglo XX en Europa es un puro disparate, no se ha visto nunca en la historia un mayor deterioro mental colectivo, de la codicia inconsciente y vil del siglo XIX fermentó un odio generalizado.
El 18 de julio de 1936, los generales Sanjurjo y Mola dan un golpe de estado contra el régimen republicano y comienza una guerra civil. El general Franco estuvo también implicado y, tras sendos accidentes aéreos de Sanjurjo y Mola, acaba asumiendo el mando. No voy a entrar en el debate inacabable de la culpabilidad en el origen del conflicto, voy a ceñirme a la descripción de la gestión económica del Franquismo.
Una vez que consigue pacificar el país con una sangrienta represión, Franco impone un capitalismo de estado que pretende seguir el modelo Bismarck/Primo, pero la situación que se encuentra es mucho peor, la población masculina ha sido diezmada y las infraestructuras han quedado destrozadas. Además, su ideología fascista le ha dejado aislado internacionalmente y no recibe inversiones ni ayuda alguna para la reconstrucción. Ni tan siquiera accede al comercio internacional en buenas condiciones. Las reservas de oro y divisas prácticamente han desaparecido.
La primera actuación macroeconómica que lleva a cabo Franco es dejar sin valor el efectivo emitido por la República a partir del 18 de julio de 1936. Emitió varios decretos obligando a la entrega en las delegaciones del Banco de España del "dinero rojo" y a cambio sólo dio unos resguardos que hasta la fecha han carecido de valor. También anuló los ingresos de las cuentas bancarias recibidos con posterioridad al día de su "alzamiento". Aparte, impagó toda la deuda pública contraída por el gobierno republicano en guerra. Es decir, devolvió toda la masa monetaria a la situación inmediatamente anterior a la de su golpe, no quiso hacerse cargo de las emisiones desesperadas llevadas a cabo por su enemigo, entre otras cosas porque él, desde el bando golpista, había hecho ya emisiones por su cuenta.
En la inmediata posguerra, el ministro Juan Antonio Suances, primer presidente del INI, impuso un modelo de autosuficiencia que llamó autarquía. Tal y como él mismo la definió:
La autarquía es el conjunto de medios, circunstancias y posibilidades que, garantizando a un país por sí mismo su existencia, honor, su libertad de movimiento y por consiguiente, su total independencia política, le permiten su normal y satisfactorio desenvolvimiento y la satisfacción de sus justas necesidades espirituales y materiales.
A lo largo de veinte años, la economía española estuvo prácticamente cerrada al exterior y funcionó bajo una fuerte intervención pública, incluyendo controles de precios y el racionamiento de los productos de primera necesidad. Las continuas expansiones monetarias creaban inflación y el tipo de cambio oficial de la peseta estaba completamente manipulado.
Quien controló la situación en un primer momento fue Falange, que intentó imitar el modelo del III Reich, aún aparentemente exitoso en aquellos años. Tras la derrota alemana, Franco aparta discretamente a los ministros falangistas e inicia un acercamiento a las potencias liberales. Ese acercamiento fue muy lento y el Régimen quedará en tierra de nadie durante década y media.
A través del Instituto Nacional de Industria, los gobiernos franquistas fueron creando decenas de empresas públicas que administraban monopolios. Es así cómo poco a poco se fue industrializando España, dado que el modelo liberal había fracasado completamente.
El INI creó Endesa en 1944, Seat en 1950, Ence en 1957, Inespal en 1958, Astilleros Españoles en 1969 o Enagás en 1972, entre muchas otras. También actuó puntualmente en la nacionalización de grandes empresas quebradas: Iberia en 1937, Hunosa en 1967 y Aviaco en 1973.
Paralelamente, se fue desarrollando una burguesía nacional-católica que gozaba de concesiones y contratos públicos. Esta nueva oligarquía no derivó de los antiguos señoritos de cortijo de la Restauración, podría decirse que el Franquismo creó su propia oligarquía ex novo. Para conocer más detalles de esto, hay que leer el libro Ricos por la Patria, de Mariano Sánchez Soler.
El empresario emblemático de este periodo fue Rafael del Pino, ingeniero falangista, primo segundo de Milans del Bosch, que fundó Ferrovial para recibir una subcontrata de suministro de material a Renfe, monopolio creado en 1941.
La otra intervención económica de gran calado del Franquismo fue la construcción de vivienda. De 1939 a 1977, el Instituto Nacional de la Vivienda construyó unos cinco millones de viviendas de protección oficial, consistentes la mayoría en grandes bloques de pisos que lucían el emblema del yugo y las flechas. Esta actuación siempre fue bien vista por el pueblo español y mejoró las condiciones de vida de la clase trabajadora, aunque tuvo el efecto de incentivar la despoblación del campo y acelerar la concentración demográfica en Madrid y Barcelona. Se crearon barrios enteros en pocos años y se convirtió al jornalero anarquista desheredado en un operario de fábrica con mono azul, seguridad social y una hipotequita llevadera. Pienso que esto es lo que trajo por fin la paz social a España.
El Franquismo puso también un gran esfuerzo en el desarrollo de las infraestructuras. Aparte del desarrollo de la red ferroviaria de mercancías y pasajeros mediante Renfe, se desarrollaron tres grandes planes de construcción de carreteras: el Plan Peña (1940), el Plan de Modernización (a partir de 1950) y la Red de Itinerarios Asfálticos (5.000 km. de carreteras nacionales). Aparte, concesionarias privadas como ACESA construyeron varias autopistas de peaje que se convirtieron en el mejor negocio del siglo XX en España.
La generación de energía se confió a las centrales hidroeléctricas, el Franquismo construyó un total de 615 embalses desde 1936 que aún hoy representan la única fuente de energía 100% renovable de flujo continuo de la que disponemos.
También se proyectaron diez centrales nucleares, que fueron entrando en funcionamiento muy poco a poco, la mayoría ya en la democracia.
Las redes de distribución eléctrica y de agua potable crecieron enormemente y llegaron a las poblaciones más pequeñas, prestando servicios a precios regulados.
Este periodo tan denostado del Franquismo, hasta 1959, pienso que representa un impulso modernizador mejor que lo que había habido hasta la fecha, pero con tres grandes limitaciones:
Franco no trabajó nunca correctamente la educación, bien por miedo a que el pueblo fuese demasiado inteligente, bien por el interés de las oligarquías en bloquear el acceso al conocimiento. Esto fue un lastre durante todo el periodo, especialmente cuando la industria comenzó a ver limitado su crecimiento por escasez de perfiles técnicos cualificados.
Fue un completo error seguir el proceso centralizador en Madrid y no aprovechar la creación de nuevas industrias para diseminarlas por el territorio y frenar la despoblación.
La censura y la falta de producción cultural fueron un lastre y crearon una población ignorante, no apta para competir en el exterior una vez se llegaron a abrir los mercados.
A partir del Plan de Estabilización de 1959, EEUU acepta ayudar a desarrollar una economía totalmente capitalista en España sin que Franco abandone el poder. Se dictan desde fuera las habituales recetas neoliberales y los ministros Ullastres y Navarro Rubio fueron los encargados de implementarlas.
No tuvo este plan ningún secreto y se basó en la devaluación de la peseta, la congelación de salarios, la subida de tipos, la apertura de la participación extranjera en empresas españolas, la reducción de aranceles y el endeudamiento público mediante créditos estadounidenses y del FMI. Todo esto ayudó a frenar la inflación de la peseta, que se arrastraba ya desde hacía décadas y se había convertido en un problema.
Mucho se ha hablado de los "tecnócratas" del Opus Dei, de aquellas calvas con gafas de pasta, de aquellos tipos sesudos formados en los MBA de EEUU. Es posible que algo de esto hubiese, pero la realidad es que habían entrado ya en servicio las cinco bases militares estadounidenses en suelo español, correspondientes a los Pactos de Madrid de 1953, y a cambio el régimen de Franco fue aceptado como un país capitalista más dentro del mundo occidental.
Lo cierto es que en los años 60 se produce por fin la industrialización de España. En diez años, se multiplicó por cuatro el PIB per capita en dólares constantes y nuestra economía dio un salto cualitativo indudable. La falta de inmigración, por ser España una dictadura poco atractiva para vivir, permitió que los salarios subiesen y se desarrollase un buen mercado interno. España no se convirtió simplemente en una economía industrial exportadora, desarrolló también los servicios y se convirtió en un país urbano. En esos años, se puede decir que la España de la II República terminó de desaparecer completamente.
La llegada del turismo contribuyó también a todo esto e hizo brotar un nuevo foco desarrollista en la costa mediterránea. El buen clima de convivencia y la baja delincuencia ayudaron también a ello. Esta nueva orientación a los servicios, ya en el Tardofranquismo, es la que dio lugar a la economía española actual.
La situación económica de finales del Franquismo nada tuvo que ver con la de sus inicios, España era la octava potencia industrial del mundo y su renta per capita había llegado a la mitad de la de Alemania Occidental. Esto, para mí, demuestra que, incluso con errores y mediocridad, siempre en España cualquier cosa es mejor que una monarquía parlamentaria.
El día 6 de junio de 1944 es el llamado Día D, el desembarco de soldados estadounidenses en las playas de Normandía para ocupar con la mayor celeridad la Europa Occidental, en vista de la inminente caída del III Reich.
Entre el 1 y el 22 del mes siguiente, se llevaron a cabo las reuniones de Bretton Woods entre EEUU y el resto de países aliados, de las que surgieron unos acuerdos que conforman el mundo occidental hasta hoy.
EEUU se había pasado toda la guerra fabricando armas y vendiéndolas a los Aliados, llegando a tener casi el doble de producción industrial de lo normal. El PIB de EEUU en esos momentos era el 50% del PIB mundial y sus reservas de oro representaban el 80% del total.
Entonces, aquí podemos ver la segunda gran acumulación inicial de EEUU, la que dará lugar a su imperio.
La superioridad de EEUU en esos momentos es tal, que tienen claro que una liberalización del comercio les permitiría dominar al resto de países, sus productos arrasarían las industrias de los demás.
Los acuerdos que EEUU impone a sus aliados en Bretton Woods básicamente son cinco:
Creación del FMI y el Banco Mundial con sede en Washington.
Imposición del dólar como moneda del FMI.
Obligación de convertibilidad de todas las demás monedas a dólares (con patrón oro).
Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT): reducción de los aranceles y libre comercio.
Libre circulación de capitales.
Todo esto significa que se impone otra vez el modelo de capitalismo anglosajón sobre el modelo más estatalista y proteccionista de la Europa Continental.
El FMI especialmente va a ser el organismo que construya la dominación estadounidense sobre los demás países. El hecho de que EEUU aportase casi un tercio de las reservas iniciales le dio capacidad para controlar fácilmente sus políticas, que básicamente han consistido en endeudar en dólares a los países con problemas a cambio de implementar medidas neoliberales. Esto funcionó magníficamente para los EEUU, que hizo entrar a casi todos los demás en su juego y además creó una demanda de dólares que le permitió realizar sucesivas expansiones monetarias sin sufrir devaluación.
El imperio de EEUU se basa en el dólar, es la demanda mundial de su moneda la que le permite tener un déficit crónico y acumular un nivel de deuda que sería inasumible para los demás. Sin la exportación de dólares, no podría pagar su ejército.
En paralelo a esto, se desarrolló el sistema de "los vigilantes", que consistió en una serie de fondos privados que compraban deuda pública de otros países y la vendían en caso de que sus gobiernos no implementasen medidas liberales. Estas ventas impedían el normal funcionamiento de ese país, porque el rendimiento de sus bonos se disparaba y no se podían financiar. Esto aún funciona a día de hoy, estos fondos son una fuerza de presión muy importante.
La dominación de EEUU no se ha basado en un control directo, como en los imperios europeos anteriores, sino en disponer unas reglas del juego que le favorezcan.
La obligación de convertibilidad de todas las monedas a dólares consistió en un tipo de cambio fijo que, de facto, imponía también el patrón oro en las otras monedas. Se estableció que, de modo excepcional, los países podrían devaluar sus monedas hasta un 10% si había justificación. Ordinariamente, la fluctuación no debía superar el 1%.
Los países europeos aceptaron Bretton Woods sin mucha resistencia porque EEUU ofreció el Plan Marshall de reconstrucción y una protección militar que les era necesaria en aquel momento, dada la completa destrucción de sus ejércitos. Esa protección se hizo mediante el establecimiento de bases permanentes en su territorio.
El Plan Marshall tuvo su utilidad y fue una jugada más de uso de dinero público para negocios privados.
La otra intención de EEUU era el uso de su ejército para la expansión política del capitalismo. En este apartado no han sido tan hábiles como en las negociaciones comerciales. En Corea mueven, entre 1950 y 1953, una guerra para intentar llevar la "democracia", pero la resistencia de la zona norte, con la ayuda de China y la Unión Soviética, hace que el país quede hasta hoy dividido sin que ninguno de los dos bandos haya obtenido una victoria clara.
En 1955 inician una guerra de similares características en Vietnam que durará 20 años y les llevará a tener que reclutar forzosamente a población civil masculina, lo que puso su país en una situación de fractura social. Además, el enorme gasto público y las continuas expansiones monetarias asociadas les llevarán al llamado Nixon Shock, es decir, a defraudar su promesa de convertibilidad de sus dólares en oro.
A partir de este impago, el acuerdo de Bretton Woods pierde uno de sus grandes pilares y las divisas de los distintos países vuelven a fluctuar en el mercado y abandonan el patrón dólar/oro. Pero el resto de Bretton Woods sigue en marcha y el FMI sigue controlando muy bien a los países menos desarrollados. El dólar sí que se vio muy afectado y Nixon tuvo que imponer un arancel del 10% a las importaciones para incentivar a los demás a devaluar un poco sus monedas.
Es claro, viendo su comportamiento, que EEUU ha reservado los grandes principios liberales para los demás y ellos han hecho los que les ha convenido en cada momento.
Después de la derrota en Vietnam, todavía seguirá EEUU intentando imponer su superioridad militar sobre países muy inferiores a partir de los años 90. En 1990 usa su ejército para liberar Kuwait, un productor de petróleo estratégico. Entre 1992 y 1995 pacifica Bosnia a petición de la Unión Europea. Entre 1998 y 1999 vuelve a intervenir en Kosovo. Entre 2001 y 2021 interviene en Afganistán y en 2003 invade Irak. Aparte, ha promovido otros conflictos menores en Laos, Taiwán, Líbano, Cuba, Tailandia, Camboya, Shaba, Golfo de Sidra, Somalia, Libia, Uganda y Siria, incluso con invasiones completas de Granada y Panamá. No ha tenido una oposición real delante en este tiempo porque China no ha estado interesada en intervenir en el exterior y la descomposición de la Unión Soviética en 1991 dejó a Rusia muy debilitada.
Más hábiles han sido en el uso de los servicios secretos. Nadie sabe hasta dónde han llegado sus tentáculos, pero pienso que como mínimo han intervenido con éxito en el asesinato de Carrero Blanco en España, el soborno de Borís Yeltsin en Rusia, la creación y financiación de grupos terroristas islámicos, el impulso de la llamada Primavera Árabe en el Magreb y el Euromaidán. Algunos de estos procesos se les han acabado volviendo en contra, pero otros les han permitido acrecentar su influencia sin exponerse a una nueva derrota como la de Vietnam.
La situación que queda en Europa Occidental no es el mero libre mercado, se imponen unas condiciones más llevaderas para los obreros, en lo que se ha venido llamando el "modelo keynesiano". Este modelo básicamente implica la intervención del estado en la macroeconomía mediante el gasto público, lo que ya hizo Bismarck. Por eso, en la Europa Continental nunca se ha hablado de Keynes sino de "estado del bienestar" o de "economía social de mercado". La idea fue dejar de confiar en que el mercado de trabajo se equilibre por sí mismo y garantizar unas condiciones mínimas en la clase obrera para no volver a activar el marxismo.
Esto propició un fuerte crecimiento económico en el norte de Europa en el periodo 1950-1990, con una multiplicación por más de tres del PIB per capita en dólares constantes.
A partir de 1957, Alemania quiso hacer una jugada parecida a la de EEUU en Bretton Woods y usar su exceso de renta para expandir su poder político, creando la Comunidad Económica Europea. EEUU decidió no oponerse a esto, mientras Europa mantuviese un perfil militar bajo.
Sin embargo, en la cultura no se dio esa expansión, existieron muchas restricciones a la libertad de expresión, se apartó a los intelectuales considerados peligrosos y se impuso un sentido de culpabilidad. Esto derivó en una aculturación de Europa por parte de EEUU.
A partir de 1990, con la caída de la Unión Soviética, se produce un cierto descrédito del marxismo y el miedo de las oligarquías ya no es tanto, lo que lleva a un rebrote de las teorías liberales clásicas y a ir levantando esos mecanismos de equilibrio. Esta parte de finales del XX, el capitalismo a partir de Reagan, voy a tener que comentarla en artículo aparte porque tiene más complejidad e incluye también la Tercera Revolución Industrial.
Toda la primera mitad del siglo XX es una inútil sucesión de dictaduras, exterminios y baños de sangre motivada por el malestar de la clase trabajadora y el agotamiento del modelo de 1789.
Las políticas liberales llevan necesariamente a la violencia, porque el ser humano tiene una expectativa innata de igualdad con respecto a sus semejantes.
Aunque los gobiernos autoritarios hayan demostrado mayor eficacia de gestión económica, es la victoria militar la que ha impuesto siempre las condiciones.
El llamado "libre mercado" es un juego que interesa al que ya tiene una previa ventaja.
El imperio de EEUU se fundamenta y sostiene en el dólar porque ellos lo diseñaron así desde el principio.
A partir de 1950, Alemania y sus países satélite desarrollan la llamada "economía social de mercado", que es una vuelta más o menos encubierta al modelo de Bismarck. Esto volvió a traer paz a Europa.