Sobre el desastre humanitario en el sur de la conurbación de Valencia, quiero escribir algunos párrafos.
En primer lugar, yo no me enteré de nada porque no veo la TDT y tengo bloqueados los canales de información en el YouTube. Sí que consulto a diario la web de Europa Press, pero sólo se habló de una gota fría, como suele ser habitual en estas fechas. También consulto la aplicación El Tiempo en el iPhone y el iPad y he estado en todo momento muy bien informado de la desviación de la temperatura en ese día concreto con respecto a la media desde 1970, siempre que esa desviación sea positiva por más de cinco grados. En caso contrario, la cifra se esconde detrás de muchas otras. No he estado al tanto de los vídeos de El Palleter ni los cortes breves que han ido apareciendo en el Twitter.
Anteayer fue cuando me di cuenta de que la riada había sido muy grave y que se habían dado situaciones que nunca se habían visto en ninguna parte. Muchas de las grabaciones que iba subiendo la gente a las redes sociales mostraban personas que salían del cine y se encontraban dos metros de agua en los bajos. Hubo niños atrapados en centros comerciales sin sus padres. Hubo personas en los tejados del Ikea o el Mercadona. Se cayeron puentes con vehículos circulando como si no pasara nada. Las autovías iban llenas igual que un día normal.
Yo he visto grabaciones de huracanes con grandes destrozos materiales, pero con la población refugiada en sus casas después de haber hecho acopio de agua y haber asegurado sus ventanas con paneles de madera desde varios días antes. He visto alertas de tsunami y personas grabando desde sus ventanas. Pero yo no he visto nunca, ni en Europa ni en el Tercer Mundo, que venga una riada de dimensiones prácticamente de tsunami y que todo el mundo esté haciendo vida normal sin ningún tipo de aviso. Esto es inédito y sólo puede obedecer a negligencias muy graves.
Cuando insisto aquí tantas veces en que el principal problema político de España es la falta de independencia del poder judicial, me refiero a esto, a que saben muy bien que no los van a juzgar, a que, después de apilados los coches como en un desguace con los cadáveres dentro, se ponen un chaleco y señalan con el dedo a una pantalla en su despacho mientras el otro les echa la foto, dispuestos a tirar balones fuera hasta que se olvide el asunto.
No se puede olvidar el asunto hasta que se hayan depurado las responsabilidades. Yo aquí no estoy culpando ni exculpando a Mazón. Detrás de él hay técnicos supuestamente profesionales que de momento no han salido a decir nada. Queremos saber por qué siguen sólo las lluvias y no los efectos de segunda ronda, como son los desbordamientos de ríos y barrancos, algo que aquí siempre ha sucedido y que incluso obligó en Valencia a construirle un cauce nuevo al Túria.
Lo primero que hay que entender es que, en las zonas en las que se han producido las víctimas mortales, no llovió mucho en esos días. Los muertos no se produjeron por la lluvia, hay algún ciudadano que dice que aparcó su coche en asfalto seco, se subió a su casa y, sin haber llovido, miró por el balcón y lo vio flotando sobre dos metros de agua. Las autoridades sólo miraron las lluvias y, siguiendo la información de la AEMET, anunciaron en esos días que el problema se desplazaba hacia el interior, en zonas prácticamente deshabitadas.
Pero el problema volvió luego para abajo. Hay dos barrancos, llamados el Barranc dels Cavalls y el Barranc de l'Horteta, que confluyen en las afueras de Torrent y pasan luego por Picanya, Paiporta, Massanassa y Catarroja, para desembocar en la Albufera. Esa confluencia de los dos barrancos tiene un cauce a primera vista muy amplio, que suele estar seco, pero en este caso se desbordó absolutamente y creó un mar de barro que destruyó todo lo que encontró por delante. Obviamente, los afectados siempre son los más pobres, los que viven en zonas inundables, los que compraron el coche a crédito y luego murieron intentando salvarlo. Las urbanizaciones de Paterna, Burjassot o L'Eliana no han sido ni van a ser nunca afectadas.
Otra cuestión es si se ha hecho lo suficiente para asistir a quienes se encontraban atrapados en sus casas o en vehículos. Por los testimonios que van surgiendo, parece que en las primeras horas se asistieron entre ellos, hubo gente que flotó con la corriente durante cientos de metros, otros que sobrevivieron agarrados a cualquier cosa, hubo quien fue rescatado por los mismos vecinos o por sus familiares, que se desplazaron haciendo una especie de yincana sobre los capós de los coches. Luego vino la sed, el hambre, no tenían luz, no tenían agua corriente. Los más lúcidos simplemente caminaron unos diez kilómetros hasta la ciudad de Valencia antes de que se acabara la batería de su móvil. Según ha narrado el youtuber Iván Martínez, residente en Torrent, en su canal VM Gran Misterio, sí que se estuvieron oyendo helicópteros durante toda la noche, sí que se hicieron entregas de agua y se estuvo interviniendo en la medida de lo posible. Que no vengan ahora carroñeros de Madrid a explotar el dolor y a enfrentarnos. Cuando los periodistas circulan libremente por las calles grabando, es porque los coches se han retirado. Todavía quedan, sin duda, muchos cadáveres en coches volcados, sobre todo en autovías, pero yo quiero creer que no ha habido una desatención negligente con posterioridad a la catástrofe, pienso que esas negligencias están en la previsión y las alertas.
La cifra final de muertos no se va a quedar en los 200 que se dan ahora. Se sabe que Mazón ha comunicado a Sánchez que hay muchos más desaparecidos. No puede volver a suceder una situación de este tipo, debe haber un criterio técnico colegiado y altamente cualificado que se imponga a cualquier criterio político. El Estado de Alarma está para estas cosas, hay también niveles de emergencia 1, 2 y 3. La resistencia a actuar por motivos de imagen política es totalmente inadmisible, lo único que demuestra es que las decisiones están en las manos equivocadas.
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